
Atención, amigos, interlocutores, oradores, ciudadanos hispanohablantes todos. Ahí va mi listado de expresiones odiosas. Cuidado, que viene Pérez-Ventana sentando cátedra. Agarraos los machos.
Por «expresiones odiosas» entiéndanse palabros –o grupos de ellos– antipáticos, repelentes, despreciables, abominables, detestables, horrorosos, etcétera, etcétera. Creo que con lo de «odioso» ya quedaba claro. Todas las locuciones que citaré a continuación son correctas, de ahí lo insólito de mi censura, pero –he aquí el dictamen dogmático y categórico de este osado bloguero– atentan contra el buen gusto, pese a que sus pronunciadores, ejem, crean que acceden a un estatus superior de prestigio social o intelectualidad al emplearlas. Y a lo que acceden –alguna excepción habrá por ahí, no estoy muy seguro de ello– es a descubrir sus posaderas de forma sonrojante.
Esta es una entrada en constante actualización. Bienvenidas sean vuestras aportaciones. O vuestros vilipendios a mi persona.
# Poner en valor. La primera de la lista. Con honores. Imaginad por un momento a un orador dirigiéndose a una audiencia con sencillez y finura. Pues todo el que profiere «hay que poner en valor» esto o aquello hace justamente lo contrario. Un esnobismo, como muchos de los que cito más abajo. Y el esnobismo, recordemos, es una «exagerada admiración por todo lo que está de moda o se considera distinguido y elegante». Es decir, intentas ser eso mismo, cortés en las formas, y eliges las tres palabras más manoseadas de la lengua española. Vulgares y chabacanas, por tanto. Catetas, para entendernos. El sabio señala al cielo y los imitadores miran al dedo.
→ Venga, asomaos al final de este artículo y contemplad la imagen de una página de Diario de Sevilla tras un debate electoral en Canal Sur TV. El articulista reproduce un tuit de un servidor en el que amenazo con no votar a quien pronuncie semejante esperpento.
# Implementar. De acuerdo. Aunque yo no lo pronunciaría jamás, en ciertos contextos podría entenderse como un término apropiado. Pero de ahí a que todo lo que se haga, realice o efectúe se implemente… ¡Acaba ya! También está de moda. Puaj, pues. Perdón por la cacofonía.
# Hoja de ruta. Al orden del día o a los objetivos de una reunión se le llama ahora «hoja de ruta». Talmente un piloto de Iberia trazando el itinerario a La Coruña, en cuyo aeropuerto, por cierto, la azafata te da la bienvenida como si no hubiera viajado contigo. Hoja de ruta tú y toa tu casta.
Hacedme caso: fijaos cómo hablan los políticos y los periodistas, sobre todo los de la televisión, para saber cómo no se debe hablar.
# Hacer los deberes. Eso es lo que hacen los niños. Los mayores no hacen los deberes, trabajan. Los gobernantes, en concreto, gestionan el dinero público (aunque lo hagan de puta pena, porque luego se va el 40 % del PIB a pagar la deuda). Así que eso es lo que espero que diga el ministro de turno cuando vienen los inspectores de la UE a vigilar nuestro déficit: «Hemos trabajado». No esto otro: «Hemos hecho los deberes». ¿Los deberes de qué? ¿De cono? Los de lengua sí los podrían hacer, que parece que ni uno solo superó con buen tino esa asignatura en el colegio. En el fondo, cualquier rueda de prensa de un vividor de la política podría rellenar una docena de listados como el presente. Y lo peor es que el politiquillo rústico repite lo que dice aquel. Así que ya no se puede ver un telediario tranquilo. Siempre sale un iletrado con mando escupiéndole a un micrófono lo de «poner en valor» o «hacer los deberes».
# Caballero. Este no es un esnobismo. Es solo una muestra de incultura. Personas sin educación –seguro que también tocan el claxon al volante– se dirigen a mí con ese término. Omitiré las uniformadas profesiones que exhiben tal conducta. Acto seguido, observo el sable de mi cinto. Cuando llegue el momento lo esgrimiré con gallardía para batirme en noble duelo por el honor de una dama. Y confundiré los molinos con malvados gigantes que gritan una y otra vez «poner en valor». Señor, decidme señor. No es tan difícil. Intentadlo. Si nos conocemos ya me encargaré yo rápidamente de pediros que me tuteéis. A mi amigo Manuel Bustamante, a quien admiro por sus exquisitas formas, le gusta emplear de vez en cuando este término. Lo de «caballero», digo. Y hace bien, porque califica de tal guisa a personas de modales distinguidos. Y porque también utiliza constantemente la palabra «señor». Claro, aparcó la vergüenza en la adolescencia. Joder, hasta los alumnos canis de Rebelión en las aulas llamaban «señor» al profe Poitier. Y conste, de paso, que tampoco los seres humanos del género masculino se llaman «hombres», ni «mujeres» los del género femenino. Ya me entendéis.
# El que fuera. Sobre esta locución, dos consideraciones. O tres. Primero, es una expresión de moda en los medios orales y escritos. Hay que evitarla, pues. Segundo, el verbo se conjuga en subjuntivo. Y el subjuntivo, recordemos, expresa una acción de incertidumbre, subjetividad o posibilidad. Refleja algo que no se ha producido a ciencia cierta en un tiempo concreto. Así que si hablo de «Javier Clemente, el que fuera seleccionador nacional», entonces no estoy muy seguro de que el gruñón norteño entrenara realmente a nuestros muchachotes. Fue una quimera, una imagen onírica, una fantasmogénesis. Y tercero, aquí viene la madre del cordero. Años atrás hablaba de esto la profesora Amelia Fernández en su programa Hablando en plata (Radio 5, RNE). La buena señora, catedrática de lengua, para más señas, rechazaba rotundamente el uso de esa expresión por las razones que acabo de describir. Meses después consulté a la Fundéu acerca de ello. Me contestaron que desaconsejaban su uso, pero que podía admitirse en un lenguaje poético o metafórico propio del español antiguo. Así que es correcto –contradiciendo a doña Amelia, cuyo programa en cuestión ha desaparecido de los podcasts–, pero cuántos poetas de medio pelo nos han salido en los medios de nuestros días.
# Monitorizar. De acuerdo. Parte de mi pan son las redes sociales. Pero si me obligan a pronunciar esa palabra, entonces voy y me dedico a otra cosa. La cría de kois de estanques, por ejemplo. Y lo mismo para monetizar.
# Transversal. La Wikipedia dice que la transversalidad o el transversalismo es «una corriente ideológica que defiende la renuncia a identificar las ideas con el espectro político clásico basado en la distinción izquierda-derecha». No sé si lo habéis entendido. Da igual. No importa lo que signifique. Es un término horroroso. Como todos los esnobismos. Leed, leed lo que dice Amando de Miguel en Libertad Digital sobre esta nueva expresión que dejan caer intelectuales y políticos.
# Puertas giratorias. Esto lo dice siempre ya sabéis qué representante de la ¿nueva? política. Una pista: tiene coleta. Dios, cómo airea las vergüenzas cada vez que lo pronuncia. La sobada expresión es un calco del inglés –revolving door– y se refiere al hecho de que un alto cargo público se marche a trabajar a una empresa privada obteniendo beneficio de su anterior ocupación. Es un hábito feo, ya, pero no tanto como su denominación.
# Renderizar. Ojú el de la lú. De entrada, este palabro no está en el DRAE. Si fuera solo por eso no pasaría nada. Tampoco lo están otros cientos que empleamos cada día. El caso es que lo de «renderizar» lo pronuncian de vez en cuando los desarrolladores web de mi oficina, que son mis compañeros y amigos, pese a ello. Se refieren al hecho de generar una imagen, o algo por el estilo, y alegan que no saben expresarlo de otra forma. Falso. Se puede decir «generar una imagen». Así no ensuciamos el lenguaje con expresiones retorcidas y ostentosas.
# Cocina deconstruida. Si los demás mortales nos vendiéramos como se venden los chefs de alta cocina… Buscas una palabra ampulosa, le dices al personal que se beba la tortilla de patatas y ancha es Castilla.
# Cinta. Los cinéfilos metidos a críticos se refieren a las películas como «cintas». Muchos de ellos lo hacen magníficamente en filmaffinity.com. No calificaría esta costumbre de esnobismo, porque se escucha desde hace mucho. Pero se dice «cinta» para aparentar que se sabe de cine. Igual que lo de «oscarizado» para referirse a tal o cual actor. Y aparentar al hablar o escribir dinamita la elegancia. En mis tiempos de crítico de rock nos referíamos a componer canciones con lo de «facturar» o «pergeñar». Supongo que lo habría acuñado el maestro Diego Manrique. Y los demás mirábamos el dedo.
# Presea. Marina Alabau se ha colgado la presea de oro. Por no repetir «medalla». Para eso mejor la redundancia, cagonlamá. Y es que el diccionario de sinónimos también hay que manejarlo con criterio. Y buen gusto, insisto.
# Lenguaje no sexista. Tres palabras que significan mucho, sobre todo si hay una subvención de por medio. O un auditorio al que pedir el voto. Los discursos y tratados que apuntan en esta dirección para evitar la discriminación por razón de sexo evitan el elegante genérico y proponen, por ejemplo, que los afiliados de un partido sean los «compañeros y compañeras». Exaspera tanta teatralidad: recordad la genial parodia de José Mota. Además, ¿si abogas por la igualdad por qué pones antes el «compañeros» que el «compañeras»? Aconsejan que a los parados se les llame «paradas y parados». O mejor, «personas sin trabajo». Porque, claro, «parados» termina en o, así que resulta ser una palabra machotorra, y «personas», en a. Y en los textos, menos artículos masculinos y más femeninos. La RAE se indigna, claro. Es lo que pasa cuando los políticos –y eso va también por las políticas– se meten a lingüistas.
# El cual. Uff, qué mal suena. ¿Es correcto? Pues sí, mire usted. Lo cierto es que me reafirmo en exponer aquí expresiones consentidas por la RAE pero chocantes y estridentes. Como «asín». Como «malamente». Como «chavala». Y como «el cual/la cual/los cuales». Espantosos. No puedo citar en este listado «en base a» o «a nivel de», porque esas expresiones directamente son imperfectas. Lo sabíais, ¿verdad?
# Lo que es. La empresa de fulanito está trabajando en lo que es proyectos de marketing digital (y sin concordancia, encima). Qué manía de decir las cosas con más palabras de la cuenta. ¡Dilo en dos mejor que en tres! Y es que lo que es, es. Y al césar lo que es del césar. «Lo que viene siendo» sí me gusta. Suena simpático. Por ejemplo: con esta peli me está entrando lo que viene siendo un acojone. Y sabed, amigos, que «acojone» ya está en el DRAE, igual que «gayumbos», «culamen» o «canalillo».
# Como yo digo. O «como siempre digo». ¿Eso solo lo dices tú, pedazo de carajote? El orador parece haber acuñado semejante pensamiento, y así lo recalca. Es el creador de una corriente filosófica y goza de los correspondientes derechos de autor. Está bien citar a Antonio Gala, o a Vargas Llosa, pero citarse a uno mismo como que no. Sobre esta expresión hay una anécdota digna de mención. El director de cine José Luis Garci comentó una vez en una tertulia televisiva: «Como Alfred Hitchcock y yo siempre decimos…». Qué arte.
# Experto. ¿Alguien puede autocalificarse como experto en algo? Te lo advierto: si en tu perfil de Twitter alardeas de que eres experto en marketing, social media o lo que sea, no te sigo. ¿Qué tal si dices que te interesa esto o aquello? Otra cosa es que un tercero te califique de experto en ciertos menesteres. Tu pareja, por ejemplo. Muy objetiva ella. Ah, y si eres «gerente» o «CEO» de tu empresa, mejor no escribas el cargo en la tarjeta, ome.
# Recorte. Si es lo que hacen mis hijos con las tijeritas sin tocar el filito del pokemon, vale. Pero si lo dice uno de nuestros gobernantes, por más que alegue que está obligado por la herencia recibida –¿de quién?, ¿de los íberos?, ¿de los Reyes Católicos?–, como que me resulta una palabra odiosa.
# Cesar. El profesor Martínez Albertos nos decía en la facultad de Periodismo de la Complutense que «cesar» es un verbo intransitivo. Que a una persona no la cesan, sino que la destituyen. Que uno cesa en su cargo. ¿Mis compañeros no fueron a clase ese día? ¿Nadie se ha leído el libro de estilo de algún medio? El verbo «cesar», decía, me resulta incómodo porque se utiliza erróneamente en un 90 por ciento de los casos. Igual que el punto y coma o los puntos suspensivos. Citaré el caso reciente de la expresentadora de Los desayunos de TVE Ana Pastor, que escribía en agosto de 2012 en Twitter lo siguiente: «Me cesan por hacer periodismo». Felizmente no escrito, cabría añadir. Toda España pudo leer el azaroso tuit de tan reputada profesional de la comunicación. ¿No le apartarían del micrófono por señalarse? También Julia Otero se lucía por esas fechas en antena. Que si la alcaldesa Ana Botella había cesado a no sé quién. La corrigieron. Ella, erre que erre. Que si verbo transitivo, que si era correcto a su manera. A los 20 minutos rectificó ante la avalancha de tuits. Y es que la radio hablada reúne –aunque algún locutor soberbio y chabacano lo desmerezca– la mayor cantidad de almas cultas. Todo lo contrario que la tele.
→ Nota del autor: La vigesimotercera edición del Diccionario académico, publicada en octubre de 2014, admite la acepción «destituir a alguien de su cargo» de la voz «cesar». Así que sirva lo afirmado solo en los casos anteriores a esa fecha.
# Castellano. La RAE recomienda que empleemos el término «español» para referirnos a la lengua que hablan cerca de 400 millones de personas. La lengua común de España y de muchas naciones de América es el español. «Resulta preferible –dice la Fundéu– reservar el término castellano para referirse al dialecto románico nacido en el Reino de Castilla durante la Edad Media, o al dialecto del español que se habla actualmente en esta región». Así que lo del «castellano» que lo sigan diciendo esos majaderos separatistas. Nosotros, que no tenemos complejos, al menos esos no, digamos «español».
# Las antiguas pesetas. ¿Es que las hay modernas y yo no me he enterado? Ni la prima hermana esa del pueblo fue capaz de sacarnos del euro.
# Buenas. Puede resultar un saludo afable, excepto si es por escrito, que daña a los ojos. Tampoco apruebo que me saluden en un correo-e con un «buenos días». ¿Y si lo leo por la noche?
# Soy de los que piensan. O peor aún, «soy de los que pienso», acuchillando la concordancia. En mi opinión. Yo creo que. Yo pienso que. Joder, hasta yo entiendo que. ¡Sencillez!
# Tener lugar. Vale, me queda claro que algo se va a celebrar tal día a tal hora. Pero si dices que algo «tendrá lugar» cita el lugar, por tu madre bendita.
# Toda vez. La voz introduce la conclusión o causa de lo expresado con anterioridad. Pero suena fea para reventar. Más fea que alardear de dinero con perilla y riñonera.
# Guapo. Para referirnos a personas, vale. A mis hijos, por ejemplo. Pero para cosas… uff. Ya lo cantaba Jarabe de Palo: bonito, todo me parece bonito.
# Nota. Siento catalogar de expresión odiosa una palabra del vocabulario del gran Paco Gandía, el más grande entre los grandes. Pero, la verdad, referirme a un señor, individuo o sujeto como «un nota»… Yo no lo he hecho nunca. Y nunca se lo escuché a mi padre o a mis hermanos. De ahí que me chirríe. Pero vamos, que está en la calle. Perdónenme los notas. Por otra parte, un nota es un menda o un gachó, ¿no? Un fulano. Un prenda. Entonces, ¿si llamamos nota a alguien le estamos ninguneando?
# Tocayo. Me llamo Quico. O Rafael, eso pone en mi DNI. Si hay por ahí alguna criatura que también se llame Quico o Rafael, le ruego que se dirija a mí como Quico o Rafael. Como me llame «tocayo» le mando al carajo. Con delicadeza, eso sí. Y sin acritud, que decía aquel. Y haría lo propio con cualquier sobrino que me llame «tito».
# Avo. ¿Cómo? Me refiero a la terminación de numerales partitivos, cardinales y ordinales. En el último caso sería incorrecta la siguiente frase: «El Sevilla FC conquistó su catorceavo título». Por usar el «avo» en lugar del «decimocuarto» y porque son trece, que no está mal, seis de ellos europeos. Sí sería correcto decir, por ejemplo, que el sindicalista Lanzas se ha quedado con tres dieciseisavos o la dieciochoava parte del dinero de todos que repartía a sus amiguetes, aunque en realidad había más manteca colorá de por medio. ¿Veis cómo sí es una expresión odiosa?
# Solsticio de invierno. Nada tengo contra la forma de denominar al momento del año que marca un cambio estacional y en el que es máxima la diferencia entre el día y la noche. Solo detesto esta expresión cuando la emplea un retroprogre para referirse a la Navidad.
# Por activa y por pasiva. Expresión excesivamente sobada. Un poquito de por favor, hombre. Y, en general, todas las toscas coletillas y frases hechas. Sí, como las que aireaba García.
# Marco incomparable. Vale ya, ¿no? ¿Es que habéis escuchado alguna vez a Antonio Gala decir eso? Si queréis imitar a alguien, imitad a Gala. También dan el cante los demás lugares comunes: fechas señaladas, cita ineludible, brillar con luz propia, un sueño hecho realidad, hacer las delicias, pisando fuerte, estar de enhorabuena, loor de multitudes, lanzar las campanas al vuelo, soplo de aire fresco, la experiencia nos avala, vestirse de gala, etc.
# Eufemismos. La dichosa costumbre de no llamar a las cosas por su nombre. Ahí van unos ejemplos para partirse el pecho: solución habitacional (decoración), centro de readaptación social (cárcel, talego, trullo), préstamo en condiciones extremadamente favorables (rescate), procedimientos de ejecución hipotecaria (desahucio, o «a la puta calle»), brotes verdes (recuperación inminente, expresión bautizada por la profeta Elena Salgado en 2009), movilidad exterior (emigración), deshabituación tabáquica (dejar de fumar), ticket moderador sanitario (copago), sensación térmica (hace calor, o hace frío, según), instalación fabril (fábrica), espacio lacustre (pantano), mujer en situación de prostitución (ya sabéis qué), posiciones priorísticas (lo de antes, o enenante), regulación semafórica (semáforo), etc. Mi amigo Manolo Bohórquez escribía sobre aquel que regresó al pueblo con un Mercedes y decía que había hecho fortuna en Alemania trabajando de «volteador de cubetas mezcláticas». De albañil, vamos.
# Extranjerismos. ¿No os parece patético el conferenciante que mete un palabro en inglés de cada tres? Ridículo. El escritor Antonio Muñoz Molina decía en El País que detrás de este fenómeno hay “una mezcla de pedantería, afán de estar a la moda y complejo de inferioridad cultural”. Pues eso.
# Expresiones de periodistas deportivos. Clubs, leer el partido, recuperar la verticalidad (esta es la mejor, se refieren a ponerse de pie), juego espeso, el fútbol es así, la ha tenido, buenas sensaciones, tomar una buena decisión, automatismos, la Roja, la Orejona (Champions), salto de calidad, este equipo no juega a nada, el míster, hat trick, tiquitaca, jugones, no le mete un gol al arco iris, echarse el equipo a la espalda, volver a sentirse futbolista, le dio con la testa, jugar de memoria, buen futbolista y mejor persona, tanto va el cántaro a la fuente, nadar y guardar la ropa, a fulanito hay que venderlo con un lacito, fondo de armario, hacer de casa un fortín, etcétera. Si lo dijeran de vez en cuando, pero diez veces durante una retransmisión… O referirse a un determinado personaje como «el de Fuentealbilla» o «el de Pedro Muñoz». Los que tienen que recuperar la verticalidad –y la creatividad– son los comentaristas deportivos. «Tuercebotas» sí me hace gracia.
# Expresiones de periodistas del corazón. Nunca he visto en la tele un programa del corazón. Nunca. Nunca he leído una revista del corazón. Nunca. Así que no sé cuáles son las expresiones que utilizan los periodistas del corazón. El caso es que alguien que habla o escribe de la vida privada de los demás es, en términos ciertos y absolutos, un inelegante. Miedo me da imaginar su léxico y sintaxis.
Y hasta aquí ha llegado, por ahora, mi repaso al lenguaje zafio y cerril de nuevo cuño. Ea, ya me he quedao tranquilo. Por favor, que ningún indigente intelectual que utilice alguna de estas expresiones se dé por aludido. Si es que ha llegado hasta aquí, vaya. ¿Alguna sugerencia al respecto?
PD: Como habréis advertido, el personaje cuya imagen ilustra esta reflexión es Don Cicuta –que encarnaba el actor Valentín Tornos–, aquel señor pedante, repelente y cenizo que representaba «la parte negativa» del Un, dos, tres. Un tipo entrañable que hablaba con propiedad. Ejem.
© Quico Pérez-Ventana

Artículo de Jesús Ollero en Diario de Sevilla, 2015.
Hola Quico. Te escribo con pies de plomo (no está en la lista). Me he reído mucho, aunque algunas de tus aversiones no las comparto y otras las tengo que usar a diario en el curro. Imagino que conoceras el libro “El dardo en la palabra”, de Lázaro Carreter, en el que, unas veces con humor y otras ya con desesperación, arremetía contra estas expresiones y otros muchos vicios del español.
Maleso, así que reconoces que empleas algunas de mis expresiones odiosas, ¿eh? ¡Te odio! A ver, no te imagino dirigiéndote a un señor con la voz «caballero», así que seguro que dices «implementar» y «renderizar». Eso tiene cura.
Grande Lázaro Carreter. Y vehemente. «Quien escribe mal piensa mal, poco o nada», decía. Y defendía con buen tino el empleo del taco cuando entraba como un estoque en la charla confianzuda, oportuno, en su sitio. Que se lo digan a Arturo Pérez-Reverte.
Totalmente de acuerdo. Salvo “buenas”, que sí lo pongo en mis encabezamientos de correos a sabiendas de que no es lo más correcto, pero me sirve para quitar un poco de seriedad al asunto. En especial “poner en valor” me parece un horror y una catetada. Abrazos.
Luis, no escribas «buenas». Hazme caso. Tú eres un gran señor. No te pega. Otro abrazo para ti «asín» de grande.
Me ha gustado, sobre todo porque me imagino al gran Don Cicuta sentando cátedra. Se me ocurre “A BOTE PRONTO” (esta me gusta). Una que se repite constantemente: “CON LA QUE ESTÁ CAYENDO”, uff qué jartible… O la que se usa para acabar cualquier frase aunque su significado no tenga la más mínima doble intención: “¿SABES LO QUE TE QUIERO DECIR?”
Sí señor.
¿Sabes lo que te quiero decir? Genial. Gran aportación, Andrés. Odiosa coletilla de quien no está seguro de haberlo explicado bien. Yo, más o menos, sé lo que me ha querido decir, salvo si me dice lo de «poner en valor». Eso me hace entrar en un estado de trance que afecta a mis facultades cognitivas.
Me ha encantado y, encima, no puedo menos que estar de acuerdo con todo lo que apuntas. Pensaré cómo vilipendiarte, pero no me lo pones fácil. Imagina mis sufrimientos en mis redacciones profesionales todas las mañanas, de lunes a viernes. En esa casa que es de todos, pues todos la sostenemos. Escribo, borro, vuelvo a escribir, ¿borro?… no, no borro. Al final dejo el disparate redactado antes que me corrija quien escribe mucho peor que yo. ¡Ains!
En cuanto a “renderizar”, mi hija dice que hace eso. ¿Mi miedo? Que empiezo a no entenderla cuando habla. Creo que se está haciendo vieja… ella, claro.
Vaya, Carmen. No me pasa muy a menudo que alguien esté de acuerdo conmigo en todo. Entonces, ¿sobre qué discutimos tú y yo? Porque de algún tema hay que polemizar. ¿Tu hija renderiza? ¡Vigílala!
Joder, Quico, hay que ver la cantidad de manías que tienes para lo joven que eres. Me hace gracia que nunca hayas visto un programa o una revista del corazón. A mí me aburren soberanamente, pero recuerdo una columna de Paco Umbral, en la que reconocía estar viendo la exitosa primera edición de “Gran Hermano”, y en la que argumentaba que “cuando la cosa se pone sociológica, no puede uno mantenerse al margen”. De vez en cuando hay que comer un donut para confirmar que lo que te gusta es un serranito…
Manías lingüísticas, amigo. Es mi pan. Lo del corazón no me interesa. Yo admiro a las personas nobles y bien educadas, y en ese segmento ¿periodístico? fijo que no las voy a encontrar. Sí, tampoco me entran por los ojos los donuts. Será verdad que me estoy volviendo un gruñón como Don Cicuta. Gracias por pasarte por aquí y dejar un comentario tan bien redactado. Y por subrayar mi juventud.
Yo no soporto el “mire usted” y lo has usado!!! Jajajaja. La lista es muy buena, compañero.
Ya sabía yo que alguien me iba a pintar la cara. Me lo merezco. De hecho, imaginaba mayor virulencia. ¿No te gusta el «mire usted»? ¿No será porque lo dice un «caballero» que yo me sé? Abrazos, señor.
¿Por qué no una lista de las que sí te gustan (a sabiendas de que no van a elevar tu prosa)? Ahí van las mías: tejemaneje, tinglao, malamente, trapicheo… Van todas por el mismo sitio, pero es que hay algo de épica en el modo de vida del Torete.
Tomo nota, que decía Juncal. ¿Qué tal «ganapán»? Sí, como en la canción «Camino Soria» de Gabinete. O «nastro» para referirnos a aquello que dijimos, pero es difícil buscarle el premio. O «picos pardos». También me gustan los palabros de Carlos Herrera. Ya pensaré en un listado completo. Gracias, machote. Sí, ahora que lo pienso digo mucho lo de «machote». También lo incluiría.
Quico, tengo una expresión que estoy convencido que viene del mundillo periodístico deportivo. Cuando era presidente de mi comunidad (ya ves, ¡qué honor!) un vecino me dijo que tenía que “pulsar a los vecinos”. Eso fue lo que me entraron ganas de hacer en ese momento con él: pulsarlo y aplastarlo con mi pulgar. Pero sabes que soy muy comedido. Al final tuve que poner cara de idiota y preguntarle al tipejo que qué era eso de “pulsar a los vecinos”. No me arranqué los testículos allí mismo (por no decir descojoné) porque me hubiese dolido un poco, pero su respuesta era como para eso y más: “¡Pulsar es tomar el pulso!”.
Un fuerte abrazo.
Esa es buena, Alberto. Será hasta correcta, no digo que no, como todas las expresiones aquí citadas. Pero la gente, por querer ser refinada, se pasa de pomposidad y termina cagándola. Al final el lenguaje es una forma más de disimular tus complejos, como todo en la vida. Gracias por pasarte por aquí, ¡presidente! Muy chula tu web fotera.
Pues, al parecer, sí, es correcta y aparece en el Diccionario de la RAE en la penúltima acepción como “4. tr. Reconocer el estado del pulso o latido de las arterias.”. Pero como tú bien has dicho, más pomposo y cursi no se puede ser.
Un fuerte abrazo.
Si piensas hacer un libro sobre este asunto, me pido el prólogo.
Sería un honor, hermano. Mejor a medias, así le das compás.
Parece que te estoy viendo soltando improperios contra los guardias civiles que te dicen “disculpe, caballero”. Muy grande, Quico, como siempre.
Precisamente en guardias civiles no pensaba, Ana. Pero sí, reconozco haberle pedido en alguna ocasión a un sujeto uniformado que no me llamara «caballero», probablemente sin los argumentos aquí expuestos. Besos, compañera.
Me quito el sombrero ante tu crítica (porque si digo chapeau, ahorraría varias palabras pero como supongo no está en nuestro DRAE, me criticarías a mí). Ahora solo rezo para que “no me toquen” el lenguaje taurino, ¿o ya lo hicieron?
Chapó para ti también, querida amiga. Como dice Alex Grijelmo, ninguna cultura como la propia para expresarnos con claridad.
Lo de ‘asín’ duele escribirlo. Pero lo he dicho de veces… ¿Será andaluz? Y el tú o ustedes… hasta que no pasé de Despeñaperros no me di cuenta de las patadas que le daba a la RAE, je je. Espero que sepa usted perdonarme, caballero, jajaja! Lo de castellano y español siempre he dudado. Cierto que castellano es su origen. Pero, ¿español para una lengua que se habla más fuera de España que dentro de sus fronteras? Y es que España, por suerte, tiene varias lenguas. Creo que me quedo con Castellano y Andaluz.
Entonces los estadounidenses hablan el anglosajón, ¿no? O el germánico occidental. Porque, según tú, el inglés solo se puede hablar en Inglaterra. Y los brasileños no hablan el portugués, ni los canadienses de Quebec el francés. Tú entiendes a un argentino o a un mexicano cuando habla, ¿verdad? Pues eso es porque habla la misma lengua que tú, es decir, el español. Créeme. Y si no te fías de mí, cree a la RAE y a la Fundeu.
Estoy contigo al 99,99%. Como dijo Santiago Amón (y no Carlos Herrera), en España no cabe un tonto más. Solo se te ha olvidado SOSTENIBLE que al parecer es fundamental para todo: Economía sostenible, Medio Ambiente sostenible, Educación sostenible y un largo etcétera de sostenibles, aunque nunca he oído hablar de la polla sostenible después del segundo polvo.
Lo de caballero es insoportable. El otro día en un bar, un amigo le contestó al camarero, tras ser preguntado qué se le ofrecía AL CABALLERO, “en primer lugar que no me llame caballero, puede decirme don Juan Luis, mi teniente coronel o simplemente Juan, y ahora puede traerme un café cortado”.
En mi opinión, «sostenible» sería una palabra hermosa –sobre todo junto a «desarrollo», que se te ha olvidado– si no estuviera politizada, al menos por estas tierras. No sé si el «sustainable development» se lo apropian por ahí afuera los de un determinado color, supongo que también. Joé, no va a haber solo en España ecologistas sandías de esos que describe el gran Ussía. Sí, admitimos «sostenible» como palabra odiosa. Y sí, tu ejemplo de la hembra del pollo ha sido muy gráfico. Elegante y sin eufemismos. Clarísimo. Y me alegra ver que a ti y a tu amigo el coronel tampoco os gusta que os llamen «caballeros», pese a que lo sois en mucho mayor grado que el cliente de El Corte Inglés al que reciben con semejante exabrupto. Qué sensación ponerse en manos de un vendedor de toda la vida que te saluda con un «¿en qué puedo servirle, señor?». Y eso que trabaja desde hace décadas en la sección de «caballero». Al presentarse así da la impresión de que es el único ser sobre la tierra que puede venderte exactamente lo que tú necesitas. Si El Corte Inglés pierde esa atención a sus clientes, entonces no habrá ya freno para los bazares chinos. Total, qué mas da que te digan «caballero» o «¿tú qué quiere?». Suena igual de chusquero.
Cuando tengo oportunidad de hablar de ortografía en redes sociales (ver mi web http://www.perezventana.es) a futuros gestores de comunidades hago hincapié en que la reactivación de la comunicación escrita en los nuevos medios hace necesario recordar algunos elementos básicos de las normas tradicionales de cortesía y urbanidad. Es curioso comprobar cómo determinadas formas virtuales de interacción tienen sus raíces en el pasado.
Muchas de ellas me gustan, pero incluiría más: compañeros y compañeras, co-working, sinergias, networking… Me ponen atacaaaaaá. Buen post, sí señor.
¡Bravo! Todas válidas. Lo de «sinergia» creo que se me ha escapado alguna vez. Entrando en el terreno de los extranjerismos, quien me conoce sabe que los detesto, aunque no los haya citado en mi listado, que por cierto veo que está despertando cierto interés en Twitter. Hoy lunes están compartiendo el enlace varias docenas de tuiteros. Como algún «caballero» vejado y ultrajado me raye la triumph ya estoy borrando esta entrada. Los extranjerismos, decía, son esnobismos en su máxima expresión. El ejecutivo o ponente de turno pronuncia «coworking», «networking» o la madre que los parió y se cree que está triunfando. Lo dicho, lenguaje ostentoso para aparentar, para esconder los complejos de inferioridad ante el mundo anglosajón. Como escribió aquel, adorar al becerro de oro. Y lo de «compañeras y compañeros», la incluyo directamente en el «lenguaje no sexista» del que hablaba antes. Sonrojante.
Yo no conozco a un sólo –con tilde de las antiguas– montador de vídeo que no use renderizar para referirse al procesamiento de datos. Está tan adoptada que yo mismo la digo muchas veces en el trabajo, todas las que puedo. Y estoy convencido de que la RAE terminará aceptándola como tecnicismo.
Sepa el lector que el firmante de este comentario es uno de los desarrolladores web de mi oficina a los que me refería en el epígrafe «renderizar». Es decir, replica por alusiones. Y tiene razón, porque Joaquín, además de desarrollador web, es un señor de refinadas formas escritas y bloguero de enjundia. Pero yo también tengo mi razón. «Renderizar» es una palabra tela de fea. De hecho mucha gente ni sabe lo que significa –fuera del sector del vídeo, me refiero–, lo que añade un componente de elitismo. Y mira tú, Joaquín, el poco caso que le haces a la RAE a la hora de acentuar «solo» –que no se tilda desde 2010, igual que «este, ese y aquel»– y la ilusión que te hace que los académicos acepten «renderizar». Aunque la den por buena seguirá siendo fea de cojones. Sin acritud, querido compañero.
Magnífico, D. Quico. Como de costumbre. Echo de menos algunos verbos, como el horrible “calendarizar” –que creo que no está en el DRAE– y “apostar” –con el uso abusivo también del sustantivo “apuesta”–. Aunque haya caído un poco en desuso (por fortuna) deberías dedicar una entrada al adjetivo “emblemático”. Tampoco tiene desperdicio el uso indiscriminado de “evento” –recuerda: hay quien trabaja en una agencia de “eventos”–.
Adelante con esta cruzada. No estás solo.
Un abrazo. CHM
Lo del lenguaje elegante consiste en evitar lo que dice todo el mundo, ¿no? Y sustitúyase «dice» por otros muchos verbos. Así de sencillo. Mil gracias por acompañarme a tierra santa, César.
Muy bueno Quico!!
Otro a tener en cuenta es “persona humana”. ¿Es que hay algún humano que no sea persona?
¡Persona humana! Uff, lo que oirás tú por esos divanes de la vida. Besos, hermanita.
A mí siempre me ha parecido un palabro… ’empate técnico’. Háztelo mirar!!
¡Ole! Porque un empate toda la vida ha sido un empate, ¿no? ¿Por qué añadir lo de «técnico»? Leo por ahí que se emplea cuando «la diferencia entre las dos opciones es menor al error de muestreo». Pero si dicen que los dos candidatos están empatados en las encuestas lo entendemos igual. Otra expresión vomitiva. Y con honores. ¿Háztelo mirar? ¡También admitida!
Yo tengo una que añadir: proactivo. ¡No puedo con ella! Yo a los proactivos me los imagino como los de los dibujos animados, moviendo las piernas en circulo, pero sin moverse del sitio. Odio el término y a los que lo usan… (espero que no seas uno de ellos, jajaja).
Lo de «proactivo» está de moda en currículos y biografías de Twitter. Aprovechando tu propuesta, veo en wikipedia –porque el DRAE pasa de la proactividad– lo siguiente: «Las personas proactivas se mueven por valores cuidadosamente meditados y seleccionados: pueden pasar muchas cosas a su alrededor pero son dueñas de cómo quieren reaccionar ante esos estímulos. Centran sus esfuerzos en el círculo de influencia: se dedican a aquellas cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva, con lo cual amplían su círculo de influencia». No sé tú, pero yo por lo menos no conozco a nadie tan cojonudo como para que sea proactivo. Quizá Spiderman, pero no estoy muy seguro de que exista. Gran aportación, Fátima.
Hola, Quico. Muy bueno lo tuyo (¿esta valdría?) pero, sintiéndolo mucho, tengo que añadir dos expresiones para mí muy odiosas y que has empleado en los comentarios de las tuyas. La que menos me gusta es “un poquito de por favor” y la otra, casi a la par, es “como que no”. ¡Te pillé! Sé que son muy usadas, pero no puedo evitar, cuando alguien las emplea, acordarme del carajote que hacía de portero en esa serie de televisión que no tiene ninguna gracia, al menos para mí, o de un/a hortera mega guay que jura por Snoopy y en lugar de contestarte directamente sobre si toma una cerveza contigo te dice “como que no”.
Coincido en que la primera de la lista es “poner en valor”. La primera vez que la escuché fue al actual alcalde de Sevilla, “el cual” (¡toma del frasco!) suele emplearla constantemente.
Otra cosa. En el lenguaje jurídico es frecuente usar algunas de las que señalas (el cual, toda vez), pero creo que en ese ámbito no rechinan tanto, sobre todo porque la mayoría de los picapleitos no sabe ni escribir.
Por último, añadiré una que tiene bastante relación con “la actualidad más reciente” (esta no es manca tampoco) como es “la deriva” soberanista, independentista, populista, izquierdista, derechista o lo que quiera que sea. Seguiré pensando a ver si se me ocurren más (la mejonnnn de todas, aunque incorrecta, y que yo ya estoy pensando en adoptar para no ser un bicho raro, es la de “Haber” si… vienes, te vas, escribes, encuentras, etcétera). Un abrazo.
A ver, cuñao. Si lees otra vez mi reflexión verás que además de «como que no» y «un poquito de por favor» he escrito «puta», «cojones», «joder», «coño», «carajote» y algún taco más. ¿Qué significa eso? Pues que esto es mi blog personal, no un contenido de marca de los que me dan de comer. Aquí escribo en tono frívolo y jovial. De hecho, lo de «un poquito de por favor» lo he mencionado refiriéndome a las expresiones manoseadas, pero creo que no se ha entendido. Y quiero decirte, pedazo de canalla, que Fernando Tejero lo bordaba en «Aquí no hay quien viva». Yo me descojonaba con su papel de portero petardo. ¿Tampoco te hace gracia Paco León en «Aída»? A ver si el malaje y el saborío vas a ser tú. Y no te vilipendio más porque quiero ir a tu casa de Cala con mi esposa y mis peques. Si no te ibas a enterar.
Sí, a Zoido se le escucha lo de «poner en valor» en cada rueda de prensa, como se le oía a Monteseirín. No hay manera. ¿Nadie a su alrededor le avisa de que lleva la bragueta abierta? El ministro Soria dice siempre «habían tres o cuatro», dándole al complemento directo el valor del sujeto. Igual que Arcadi Espada en el programa de Julia Otero. Y Almunia insiste en lo de «preveer». ¿Alguien puede recordarles que le están hablando a toda España? La de la «deriva soberanista» es buena. Odiosa la expresión y odiosos sus causantes. Pobrecitos míos, tan oprimidos ellos, tirándose al cuello a morder cuando estamos más desnutridos. Respecto al «haber» y a los textos jurídicos, pues sí, un desastre, pero de la higiene ortográfica hablaré otro día. Ya podrían mirarse en tu espejo, que eres abogado y escribes la coma vocativa detrás del «hola». Sin duda, esa es la coma más importante de todas las comas del mundo. Bueno, y la que hay por ahí en medio de «señor muerto esta tarde hemos llegado».
Si el experto es el que es hábil o tiene experiencia en algo, no es lo mismo que estar interesado. Me interesa la literatura, estoy muy lejos de ser una experta. Soy experta en comercio exterior y relaciones con Marruecos, no me interesa tanto, pero la experiencia me ha llevado a ser experta, o por lo menos así lo entiendo yo. Muy interesante.
Teresa, en serio, siento que en ese punto en cuestión te hayas sentido aludida y, por tanto, ofendida. Muchas veces he hablado de esto con mi compañero Álvaro Olmo, filólogo y community manager –otra expresión fea de narices– con querencia a mimar las palabras escritas. Lo de experto en no sé qué nos suena vanidoso, pretencioso, arrogante. Claro que no es lo mismo ser experto que estar interesado. Yo me reafirmo en que si estás especializado en un tema debes decir eso mismo, que tu especialidad es tal temática, o que te interesan esos asuntos. Tú eres experta en comercio exterior y relaciones con Marruecos. Seguro que sí. Pero en mi opinión –toda la reflexión de ahí arriba sobre las expresiones odiosas es eso mismo, mi opinión personal– eso solo lo puedo decir yo cuando te presento en una mesa redonda, no tú. Y primero te pediría permiso, porque a mí no me gustaría que alguien me presentara así. Me ha encantado conocer tu punto de vista. Gracias por ello.
Gracias Quico, para nada me he sentido ofendida. Yo tampoco me defino a mí misma como experta sino que espero que sea otro el que lo valore, sobre todo porque en todo siempre hay niveles y gente que te supera. Pero eso no significa que la palabra que lo define sea experto. Lo mismo es decir soy experto o soy especialista, es solo una percepción subjetiva, o lo bien o mal que te caigan los que la utilizan. Por otro lado, más arrogante o petulante es la falsa modestía que definir las cosas como son. Sería modestia que Antonio Gala dijera que es analfabeto, o más bien sonaría a arrogancia, que dejaría realmente como analfabetos al resto de los mortales… Esa falsa modestia la han puesto de moda algunos deportistas, y no los creen ni en su casa. Un saludo, gracias.
A modo de reflexión, se me ocurre preguntar en voz alta algo que surge a consecuencia de lo que decís. Desde el momento en que alguien considera a uno experto, ¿ya puede este tomarse la licencia o libertad –bajo el yugo del arbitraje del siempre aprendiz de las letras, Quico– de autoproclamarse como tal?
Deberías añadir “crisol de culturas” y “ciudad de contrastes”. Sólo hay una ciudad sin contrastes: Milton Keynes (ENG).
Ahora que releeo tu blog se me viene a la cabeza otra expresión que odio, además de ser incorrecta. La forma correcta está en desuso y esta me recuerda a un desodorante.
Me refiero a “en olor de multitudes” (en lugar de ‘loor’).
¿A qué huele la multitud?
Bueno, me rectifico a mi mismo. La RAE admite ‘olor a multitudes’ como un termino correcto. Yo discrepo. Además su buscas por ahí podrás comprobar que no soy el único. Lo del olor me parece de mal gusto. Me recuerda a un autobús de linea repleto, con las ventanillas cerradas y los cristales empañados por el vaho. Un asco.
Este piensa lo mismo que yo http://www.20minutos.es/columna/16125/0/olor/loor/multitud/
Candau, agradecido por tu sesuda reflexión.
Y la argumentación del autobús de línea ha quedado suficientemente explícita.
Hola,
“Un largo etcétera” me parece una expresión espantosa!!
No hay etcéteras largos y otros mas cortos.
Así es. Como si dijéramos «un enorme infinito», ¿no? Pero a mí no me suena tan mal. En el fondo, cualquier cosa puede ser larga. Al menos en nuestra imaginación. Hasta lo que es corto. O hasta un etcétera.
Gaby, tras leer tu comentario –agradecido por él– me quedé con la duda y consulté a la Fundación del Español Urgente (Fundéu). Esta fue mi pregunta: ¿Sería redundante y, por tanto, desaconsejable la expresión «un largo etcétera»? Y esta, la respuesta: «Sí, pero se trata de un uso muy frecuente que no se considera incorrecto. Tiene valor enfático».
Genial, amigo Quico. ¿Y qué me dices de la utilización de títulos de novelas, en especial de García Márquez? “El x no tiene quien le escriba”, “X años de soledad” (o abandono, o alegría, o lo que sea), y el que se lleva la palma, “Crónica de una X anunciada”.
Otra cosa, ¿te has fijado que en el lenguaje no sexista cuando se apela a algo negativo sólo se hace en masculino? ¿Has escuchado alguna vez “los ladrones y las ladronas”? ¿A que no? ¿A que sólo ladrones?
Yo también me pregunté siempre por qué a los futbolistas y entrenadores (“místers”) se les alude constantemente por su lugar de nacimiento. Lo de “el de Pedro Muñoz” es de traca. La primera vez que lo leí me quedé perplejo, pensaba que era su padre, pero no coincidía el apellido, así que podría ser su padrastro, pero como no me convencía, busqué Pedro Muñoz y ví que era una localidad de Ciudad Real. Otros ejemplos especialmente chocantes para mí son los de “el de El Arahal”, por los millones de veces que tuvimos que oírlo durante la etapa de Manolo Jiménez o, este me puede, “el de Poyo”, o “el de Poio”, si el cronista es nacionalista, valga el pareado, en referencia a un tal Castro Santos que entrenó al Sevilla en los noventa.
Bueno, Quico, te veo en el próximo partido de nuestro equipo, a ver si podemos disfrutar de centros “al palo corto”, algún “balón a las nubes” o un “hat trick” del “colombiano”, si es que lo pone el técnico de “Fuenterrabía”.
Enjundiosa reflexión, Jesús. Los títulos de las obras de autor son una fuente inagotable para titular. Yo habré pasado por ese aro. Seguro. El periodismo deportivo es, en términos absolutos, deleznable. Será por el nivelito de su audiencia. Referirme al entrenador Manolo Jiménez como «el de Arahal» equivale a aflojar la hebilla del cinturón, bajarte los gayumbos y mostrarle al mundo tus glúteos. ¿Hat trick en lugar de triplete? De esto habla José María Íñigo con Pepa en «No es un día cualquiera» (RNE). Se indigna, claro. Y tiene toda la razón. En fin, aquí lo único cierto y verdadero es que tú y yo extraemos del fútbol lo único realmente elegante: seguir apasionadamente al equipo de tu ciudad.
Ayer, 5 de marzo de 2015, se aludió a la presente entrada de este blog en el programa «Herrera en la Onda» de Onda Cero. Toda España pudo oír mis sermones de Padre Facundo cual árbitro de la elegancia verbal. Qué vergüenza. Pero si los leyeron, quizá no estoy tan solo en esta cruzada por la finura lingüística. Podéis escucharlo a partir del 2:21:10 en este enlace: http://podcast.ondacero.es/mp_audios1/radioshow/ondacero.es/2015/03/05/00006/001.mp3
Caballero, me alegro de comprobar que has hecho tus deberes y definido una hoja de ruta que ayude a implementar un mejor uso de nuestro idioma y contribuya a ponerlo en valor. Como siempre digo, por activa y por pasiva, el lenguaje es nuestro principal activo.
¡Jajajajaja! Qué arte. Evaristo, en los medios sociales se dan mucho esos esnobismos que menciono en este purulento listado. Doy por hecho que un señor de tu finura no emplearía expresiones manoseadas por todos los demás. Solo para dejarme aquí una coña marinera, claro.
Aquí todos somos pecadores. Así que, aún siendo cierto lo de la coña marinera, no diré que no haya pecado más de una y de cuatro veces.
El que esté libre de pecado…
Buenos días, Quico (así, con coma, con esa maravillosa coma del vocativo, que debe de ser ilegal, porque nadie la utiliza).
Me han encantado tus reflexiones, y el tono que empleas, que me ha parecido refrescante.
He llegado hasta aquí investigando sobre esta locura del “poner en valor”, y me ha venido estupendamente, porque he aprendido muchas más cosas.
Aprovecho para decirte que me gustaría reivindicar un verbo -que parece que se haya prohibido por alguna ley que no he conseguido encontrar en ningún sitio-, y que tengo la impresión de que ha desaparecido de nuestro idioma, así, sin más. La primera vez que alguien me dijo “no te escucho” me quedé helado: ¿qué me estaban queriendo decir? ¿Quizás un “no me interesa lo que dices, así que no te presto atención”? Me dieron ganas de contestar con un “¡pues préstame atención!”. Y me lo sigo preguntando, años después de la desaparición del verbo “oír”: ¿cómo diantres ha ocurrido? ¿Lo ha decidido algún Consejo de Ministros? Por cierto, hay uno en tu texto, y me temo que es tuyo (quizás esté aceptado el uso, pero a mí me suena espantoso).
Mención aparte para “de alguna manera”. La primera vez que oí esta frase la entendí como “de algún modo”, pero no venía a cuento de nada. Recuerdo a un ponente que usó esta expresión 53 veces en una charla de 60 minutos (tuve la paciencia de contar). Tremendo.
Saludos cordiales, y buen día.
Arturo, qué placer y qué honor que seres tan cuidadosos con las formas escritas se asomen a mi blog. ¡Viva Google! ¡Vivan las comas vocativas!
Me encantaría saber a qué te dedicas, amigo. ¿Quieres trabajar en mi oficina de comunicación? ¡Jajaja! Y ya puestos, desde qué lugar del mundo arribas a este puerto.
El placer y el honor son ciertamente mutuos, Quico (toma otra coma del vocativo).
Pues te diré que soy astrofísico de formación, pero que me dedico a la interpretación simultánea -conocida por todo quisqui como “traducción”, ggggrrrrrr-, aunque estoy volviendo a mi querida consultoría informática, y todo ello mientras me preparo para ser algo así como “coach” -larga historia, ésa la dejaría para unas cervezas, si llegara el caso-.
¿Trabajar en tu oficina de comunicación? Hombre, suena sugerente, como poco.
El lugar del mundo desde el que arribo a este puerto es la capital del reino, ese Madrid que me encanta y me descoyunta 🙂
Arturo, búscame por las redes de los demonios.
Buscado. E invitado a conectar, en una de ellas, si gustas.
Estimado compañero, ante todo pido disculpas por haber leído esta entrada en tu blog al cabo de 5 años. ¡Tu nueva web ya está dando sus frutos! Estoy de acuerdo contigo en casi todas las expresiones odiosas. Quisiera añadir el verbo “empoderar”. Harta de escucharlo en Latinoamérica, donde vivo por trabajo, observo que también se ha puesto de moda por España. Obviamente proveniente de ese populismo cada vez menos popular.
Discrepo contigo en los anglicismos aunque adore nuestro bendito español. Pero cuando tu trabajo es “fifty-fifty” en ambos idiomas, resulta inevitable y, en mi caso, encuentro anglicismos más certeros para describir ciertos conceptos.
O también puede ser que ande corta de vocabulario en español.
Por cierto, en Chile se dice mucho “lo/la cual” tan repetidamente que estoy perdiendo oído porque me niego a escucharlo.
No te rías de lo de “nota”. Aquí se dice constantemente “sí poh” y “no poh”.
Con tu saber y ese equipo que te rodea, un “Linguista por el mundo latino” sería para considerarlo. Un abrazo desde Santiago de Chile.
Estaba buscando gente que abomine la expresión “Chapeau” y me encontré con este blog (con un poco de retraso, pero nunca es tarde… jajaja). Me ha encantado, pero al mismo tiempo reconozco que me ha sacado los colores con el primer ejemplo (que encima es de los más claros…. pido perdón!). Aunque también te digo que la expresión “poner en valor”, al menos en las escuelas de arquitectura, estaba demasiado de moda. Es más, era incluir esa locución en tu proyecto y automáticamente subía su caché (o su “status”, puestos a usar palabros… jajaja). Pero claro, como explicas si no, que quieres levantar un espacio público en mitad de una huerta si no es “poniendo en valor” su red de acequias… Y bueno, hay otra de tus expresiones odiadas que me niego a dejar en desuso, porque cuando yo digo que tengo que “renderizar” alguna imagen me refiero a que voy a tardar un buen rato… Lo de “generar una imagen” no me sirve por ser demasiado ambiguo (generar una imagen podría ser retocar una foto en photoshop, cosa que puede hacerse en unos minutos… y por tanto, no te mantiene ocupado lo que quede de la jornada laboral… jajaja)
Fran, gracias por tu reflexión. Yo creo que puedes levantar un espacio público en mitad de una huerta poniendo el foco en su red de acequias. O poniendo de relieve su red de acequias. O poniendo el acento en su red de acequias. O poniendo en portada su red de acequias (esta es la expresión que suele usar Pablo Casado). O dando relevancia a su red de acequias. O dando valor a su red de acequias. O poniendo de manifiesto su red de acequias. O acentuando su red de acequias. Lo que sea menos «poner en valor», que es lo que usan los zafios esnobistas.
Y para colmo escribo “como” en lugar de “cómo” en un blog tan ilustrado como el suyo. De nuevo, pido perdón… y “sin más preámbulos” (consideraba oportuno añadir otra expresión horrorosa) me despido.
Quico, coincido contigo en todas y cada una de las expresiones odiosas, especialmente “poner en valor”… ¡Insoportable! Pero qué opinas de “la problemática”… ¡Y su plural! Ahhh!! No la soporto… Y en mi profesión como educadora social está por todas partes: informes sociales, discursos grandilocuentes, conversaciones y reuniones de equipo…
Llevo años soportándola y odiándola a muerte.