
‘Y de todas las formas, al fin y al cabo solos. Como al principio’ (del álbum A pesar de todo, 1972).
Era el cantautor de mi vida. Supongo que porque era el cantautor de las vidas de mis hermanos mayores. Junto a Silvio, diría. En casa su nombre pesaba tanto como Serrat en las demás. O Dylan en las de más allá. Cualquiera de sus melodías menores –Princesa de cera, Mis pies pisan la roca o Pequeña muerte–, ignoradas por el gran público, me calaba más profundamente que los estribillos triunfadores de sus compañeros de viaje. Y es el intérprete de mi canción soñada, El agua en sus cabellos. Versos de Antonio Machado que en la voz y la acústica de Hilario Camacho (Madrid, 1948-2006) adquieren tintes mágicos, épicos, trágicos. Como su propia existencia. Hacía tiempo que quería escribir de él en mi blog personal. Desvelar lo que hablamos. Como hice con Antonio Vega, Antonio Flores o Manolo Tena. Encontrar algún modo de decirle lo que sentí. Como en su canción Tú. Oír de nuevo lo que le pregunté y lo que me contestó. Serían las mismas respuestas que le daría a otros tantos periodistas culturales. No sé, quizá el sur sacara otro brillo a sus cavilaciones.
Hoy, en el octavo aniversario de su prematura muerte, rescato del cajón viejas cintas con algunas charlas que el trovador y yo mantuvimos ante la grabadora a lo largo de algo más de una década. Reflexiones que no cupieron al completo en el papel prensa. Conversaciones en Sevilla. En mi oficina de la Plaza Nueva. En los hoteles Giralda y Plaza de Armas. En la discoteca de verano que había por el campo de la feria. En La Carbonería justo antes de un concierto. Esa misma noche, al terminar la velada –repleta de un público entregado y ya maduro, como en tantas otras tablas–, me buscó con la mirada y tomamos una copa juntos. La Carbonería, el lugar que se inventó para la canción de autor, resultó ser aquella casa azul junto al lago de esmeraldas. Me contó una vez más sus discrepancias con el éxito, las desavenencias con su discográfica, la ausencia de promoción para su obra. Todo en Hilario eran caminos de espinas. Y parecía regocijarse hablando de ello. Una pena no haber tenido la grabadora encendida cuando me desmenuzó la inspiración de Cuerpo de ola. O quizá me habló de eso porque ya la había guardado.
Hilario Camacho murió el 16 de agosto de 2006. Un familiar encontró su cuerpo en su residencia de la capital de España. Demasiados reveses para un corazón tan sensible y maltrecho. Al escuchar la noticia a primera hora en Radio 5, lo primero que hice fue llamar a mis hermanos. Joder, ha muerto Hilario Camacho. Unos días más tarde alguien citó en un periódico nacional la letra de una de sus primeras canciones: «Hoy como siempre se olvidaron de citar al amigo perdido hace unos días» (Como todos los días, del álbum A pesar de todo, 1972). Yo sí he querido recordar hoy al artista perdido hace ocho años. Lo hago con los versos que me regaló el poeta en el final de su viaje.
Agosto de 1992. Concierto en la Plaza Sony de la Expo.
«Lamento que el mercado que persigo sea tan estrecho. Aquí aún no está hecho. En los EE. UU. la industria es mayor, hay listas de diferentes tipos –pop, new age, jazz, heavy…– y todos tienen cabida. Yo puedo competir en un mercado, pero para ello la gente tiene que conocer que mi disco ha salido. En este país, tal como está la industria discográfica, te da la sensación de que estás acabado. Normalmente, los que triunfan son grupos. Yo apoyo la buena música, pero a veces te revienta que no haya sitio para ti».
«Yo aspiro a conquistar a gente sensible, personas a las que les guste el matiz y la variedad, con buena oreja para la música y que no necesiten grandes despliegues de medios. El único canal son las galas de verano, porque aquí, desgraciadamente, no existe un círculo de teatros o universidades como en otros países».
Junio de 1997. Presentación del álbum «En concierto».
«Hombre, yo llevo 25 años viviendo de la música. No soy un artista con mala suerte. Claro, la buena fortuna te hace estar en el candelero, en la cumbre. Yo asumí desde muy pronto que lo mío no iba a ser fácil. Cuando empecé ya había cantautores, aunque no se les llamaba así. Los cantautores que pegaban adquirían un compromiso político. Yo era un objeto de consumo raro. Aparecí en el 72 con muchos pelos, pantalones de campana. En ese momento era absoluta vanguardia, pero no hubo un resultado en ventas. Había un interés artístico que me permitió seguir grabando. Entonces me acostumbré a nadar contracorriente. Mucho prestigio, sobre todo entre músicos y medios, pero la industria te volvía la espalda si no te movías en unas cifras. Los 80 tampoco fueron fáciles. Al lado de todo eso, siempre he tenido mucha facilidad para comunicar y me he dedicado a tocar en sitios de pequeño y mediano aforo. A veces solo y a veces con banda».
Es angustioso estar detrás de las casas de discos cuando los tiempos no son favorables. Ellos no saben lo que quieren, sino que encuentran cosas.
«En el 92 saqué El mercader del tiempo con la discográfica Pasión. La casa se fue al cuerno al poco tiempo. Y ni siquiera nos avisaron con una carta. Me enteré por Luis Pastor, que también tenía disco allí, que estábamos sin casa de discos y nuestro material estaba en Polygram. Aquello me dejó muy mal de sabor de boca. Es muy angustioso estar detrás de las casas de discos cuando sabes que los tiempos no son muy favorables. Ellos normalmente no saben lo que quieren, sino que encuentran cosas. Entonces yo me he dedicado en estos años a registrar canciones en mi estudio personal, como tantos otros músicos».
«En el momento actual, con el regreso de los cantautores, se dan dos circunstancias favorables. Lo de la canción de autor comienza a ser un hecho. A la gente joven le gusta y se venden discos del género. Así que me llama José Luis de la Peña, director artístico de Warner y exbajista de Los Elegantes, me dice que tiene cuatro discos míos, que aprendió a tocar la guitarra con canciones mías –eso me lo ha dicho muchísima gente– y que el momento era idóneo. Poco después pasé a ser un artista objetivo de una multinacional, algo que no me había sucedido en la vida. Yo, como superviviente, he aprendido a coger siempre lo bueno que me encuentro».
En uno de mis encuentros con Hilario Camacho comenté al artista la devoción que mi gente sentía por él. «Me gustaría pedirte que le dediques la portada de este disco a mi hermano Alberto», le dije. Él pareció entender que un servidor oficiaba de crítico musical para periódicos y revistas porque había echado los dientes con sus melodías primitivas. En parte tenía razón. Así que aquí había un periodista engatusado para sus viajes al sur, que faltita hacía, porque para otros tantos ya no era un hecho noticioso, si alguna vez lo fue. O quizá quiso agradecer que no le pidiera un autógrafo para mí, como tantos plumillas con querencia al coleccionismo vanidoso. Que le importunara con la excusa de un hermano mayor. Tal vez le gustó eso. En el fondo, los hermanos mayores podrían protagonizar la letra de una de sus canciones: nos guían por la ruta del azar, dirección prohibida sin parar hasta el mar. «A ver, cuéntame algo de él», me dijo. «Bueno –respondí–, mi hermano se ha pasado toda la vida escuchando tus discos, no sabes hasta qué punto. Es arquitecto y se va a casar la próxima primavera». Entonces Hilario pidió a su agente, el amigo Jesús Martos, que le trajera una foto de su maletín, la garabateó y me la entregó junto a una sonrisa de complicidad. «Alberto, que construyas tu relación matrimonial con cimientos sólidos», escribió sobre su propio rostro. El resultado luce desde entonces en el despacho profesional de mi hermano allá en Alcalá de Guadaíra junto a la foto de un gran pargo. Los dos referentes emocionales de Beto.
«Yo lo recibo como un acontecimiento feliz. No me planteo si la industria me debía ese reconocimiento. Estoy aquí para hacer mi trabajo, no para pedir cuentas a nadie. Es tan inútil… También me preguntaban en la época del éxito de Tristeza de amor. Hombre, tú que llevas tantos años… Me parece muy bien. Cualquier momento es bueno. Ten en cuenta que yo he hecho siempre lo que he querido. No busco culpables. A veces los tiempos han sido menos favorables o yo he probado caminos alternativos. Ahora recibo esto como un suceso muy feliz. Comienzo a tener apoyo, tengo cantidad de canciones. No considero que los jóvenes me deban nada. Cada uno se encuentra en la vida con lo que hay. Ellos han tenido la suerte de llegar en un momento más favorable. Yo hice la mili y no espero por eso que los jóvenes hagan la mili, más bien lo contrario. Me considero una persona evolucionada. Espero lo mejor para los demás. He procurado vivir lo más felizmente posible. Podía tocar, tenía dinero. Bueno, a veces he deseado grabar y no he podido. A estas alturas me gustaría conseguir el primer disco de oro de mi carrera. Es el objetivo porque eso me permitiría subir espiritualmente en este juego. No lo deseo porque crea que se me deba nada».
Los que vuelven serán los cantaoyentes, porque yo, y otros como yo, siempre hemos estado ahí tocando.
«Siempre me preguntaban por el regreso de los cantautores. Bueno, los que vuelven serán los cantaoyentes, porque yo, y otros como yo, siempre hemos estado ahí tocando. Más bien es la atención del público la que vuelve. Yo no tengo que regresar de ningún sitio. Al principio me daba cuenta de que empezaba a haber un interés. No he sentido envidia por ellos. Sí me preguntaba por qué en un momento determinado no se acordaban de nosotros. Y finalmente ha ocurrido».
«Tengo el primer disco de Javier Álvarez y el segundo de Pedro Guerra. Y luego, tengo el disco de Rosana, tengo el disco de Ella Baila Sola. En general, todos me parece que tienen cierta calidad y la ventaja de tener mucho tiempo por delante para desarrollarla. Yo, en general, me encuentro más identificado con la onda actual de cantautores. Son fundamentalmente románticos, sacan su mundo interior, su punto de vista, sin aquello de la banderita política. Todos tocan palos que yo conozco. Ahora hay una gran preparación: Suso Sáiz produce a Javier Álvarez, José Antonio Romero a Rosana. Es gente con la que trabajo desde hace muchos años. Ella Baila Sola lleva una onda folkie que me gusta. Y las letras son parecidas a lo que cantaba yo. Mi lenguaje era más simbólico, muy poético, profundizando sobre el amor. Por eso me identifico con ellos».
Diciembre de 1998. Promoción del álbum «Lunático veneno».
«A veces hay canciones más complicadas. En cualquier caso formarían parte de mi primer material. Pero todas mis canciones, excepto alguna que otra más experimental, tienen estribillo. Las cosas salen. Esta mañana me preguntaba alguien: ¿otro Tristeza de amor? No lo sé. En ese momento quería conseguir una buena balada porque había tenido poca televisión. Pero yo ya había hecho muy buenas baladas y a lo mejor debía haber tenido éxito alguna otra menos pegadiza. Por eso jamás me plantearé: a ver si me sale otra como aquella. Para un músico eso es terrible. Te tiene que salir de forma natural, que la gente diga que tiene la misma intensidad que aquella. Porque si el músico intenta repetir el éxito de una canción anterior tendrá que partir de los mismos datos, es decir, se copiará a sí mismo».
Jamás me plantearé hacer otro ‘Tristeza de amor’. Para un músico eso es terrible. Si intentas repetir el éxito debes partir de los mismos datos, es decir, copiarte a ti mismo.
«Yo he atravesado muchas épocas. La distancia ya es grande. Aunque siempre he sido el entrevistado, recuerdo que había gente que digería mal que en aquellos cinco años entre La estrella del alba y La mirada del espejo yo me hubiera cortado el pelo. «Hombre –me decían–, con las cosas que han pasado durante estos años en nuestro país… ¿Es que te has aburguesado?». Aquello no tenía nada que ver con las cosas de las que yo deseaba hablar en ese momento. Luego, en otras épocas, salieron discos con estribillos muy buenos pero a destiempo absoluto y total. Es el caso de El mercader del tiempo (1991). Aquí estábamos empezando los 90, gustaba la música bailable, había una transición. Mi disco apuntaba Sol en invierno, la primera versión de Oye, niña… En sonidos, espacio, tranquilidad, casi rozaba el concepto ‘nueva era’, nuevas músicas. Yo vendía tiempo, pero un amigo me decía: «joder, ¿cómo vendes estas cosas en una época en la que todo el mundo está crispado y no tiene tiempo?». Pues por eso, pensaba yo».
En el momento que uno triunfa, y yo no estoy seguro de haber sobrepasado esa cota, se dedican a tirarte piedras así de gordas.
«Efectivamente, hay discos más difíciles de digerir porque son menos fáciles, y otros en los que el contexto social te lo hace mucho más difícil. Un disco tranquilo hay que escucharlo con tranquilidad. A mí mismo me ocurre. A veces me pasan cintas y me digo a mí mismo: Hilario, no estás escuchando estas canciones. Tranquilízate, porque este tipo merece que lo escuches. Eso me lo planteo yo que me dedico a esto, que me puedo poner en la piel de esa persona. Cuando pienso en cómo me hayan podido escuchar a mí cada quien y cada cual… Sí, creo que ambas cosas influyen para que un disco sea fácil o difícil. Pero no tengo que justificarme por hacer en un momento dado estribillos más o menos comerciales. Es una de esas explicaciones que surgen, como otras muchas cosas, en este país entre nosotros mismos. Es decir, compramos los discos de gente que toda la vida ha tenido una clara línea comercial. Continuamente tenemos una aura de culpabilidad, luego también cierto asedio por la envidia de la gente. Nos justificamos continuamente. En el momento que uno triunfa, y yo no estoy seguro de haber sobrepasado esa cota, se dedican a tirarte piedras así de gordas».
«Para mí, comparándolo con las pocas ventas de otros discos, ha sido superar las cifras en mucho. Supongo que para la casa de discos, llegar a las 40.000 copias no es suficiente, no has llegado al listón. Pero lo más importante es que son cifras que te permiten seguir grabando y gozar de buenas condiciones de grabación».
La fantasía me sirve para mantener un punto de optimismo, de humanidad, de amor al prójimo. Me hace sentirme vivo y combativo en un mundo de intereses materiales.
«El álbum En concierto me brindó la oportunidad de volverme a poner en órbita. Incluso gente que creía no conocerme. Hombre, este es el de esa canción, Tristeza de amor. O el de Final del viaje. O el de Madrid amanece. Yo ahora mismo estoy poniendo el punto en la i. Por un lado, me desahogo sacando obra nueva después de gozar con los músicos en directo. Consigo sacarla en un plazo increíblemente corto según mi historia. Estoy regodeando estilos. Me atrevo con la rumba. Ahora el eclecticismo es una virtud. Todo vale. Paso por diferentes estilos. Mantengo mi pauta de fantasía e imaginación, más que como escapada o huida, sencillamente para abrir fronteras a esa realidad cotidiana. Que esa fantasía me sirva para mantener un punto de optimismo, de humanidad, de amor al prójimo, y no solo a la prójima, que me hace pensar que me siento vivo y combativo en un mundo de interesas materiales».
Sigo teniendo inquietudes indefinibles. Como aquel poema de Blas de Otero que yo cantaba en el primer disco: ‘busco y busco un algo, qué sé yo qué, misterioso’.
«Lo cierto es que llevo hablando de eso toda la vida. Me sale un poco más optimista porque llevo unos años viviendo con una chica, y ya no hago solo canciones de amor desesperado. Sigo teniendo una inquietud vital, visceral, de mantener ese punto vital, de no mecanizarme, no endurecerme, tratar de fortalecerme. Sigo teniendo inquietudes indefinibles. Como aquel poema de Blas de Otero que yo cantaba en el primer disco: «busco y busco un algo, qué sé yo qué, misterioso, capaz de comprender esta agonía que me hiela, no sé con qué, los ojos». Es una inquietud visceral, existencial. Sigo teniéndola. Pero ya no es tan a la desesperada. Eres capaz de contar otras historias, jugar con el amor, darle la vuelta a lo que te gusta y lo que no te gusta de una mujer. Ser capaz de observar las escenas del metro, esas soledades juntas, la constante de la gran ciudad. Encontrar otro tipo de observaciones. Me ha salido así».
«Tengo cantidad de borradores hechos. El trabajo actual es, por un lado, dejar que vengan a mi cabeza determinadas melodías. Me guío más por la intuición, por el instinto, que por unas técnicas, un método de trabajo. En el presente influye siempre el pasado. Cosas que escribiste, ideas que tuviste. A veces coges dos líneas y borras todo lo demás. Con ese espíritu nuevo, aquellos dos versos te sirven».
A mí siempre me llamó la atención el motivo de la soledad compartida de la ciudad: ‘qué solo estás, en medio de tanta gente qué solo estás’.
«Uno sigue siendo siempre el mismo. Pienso además que en las entrevistas hablas constantemente de un motivo que no sabes definir, que quizá comprendes con el tiempo, un motivo al que vuelves. Y a mí siempre me llamó la atención el motivo de la soledad compartida de la ciudad. «Que solo estás, en medio de tanta gente qué solo estás». Ahora digo «soledades juntas llenando el vagón». Una imagen muy gráfica. En el metro hay gente que a veces se va durmiendo. Huyen de las miradas. Encuentros muy fugaces. Como en los ascensores. Todos tratan de evitarse. Y al mismo tiempo son pequeñas soledades que llenan el vagón. Tampoco es tan nuevo».
«Ahora mismo estoy en hacer canciones comunicativas. Comunicar con la gente con lo que tengo que ofrecer. Tengo cincuenta años y, honestamente, desde hace tiempo creo que ando sobrado. No de técnica, de estudios de conservatorio, pero sí de esa especie de intuición o conversión de la música. A lo mejor eso es talento. No sé, hay palabras a las que les tengo demasiado respeto: arte, talento… Trato de hacer discos que den placer, satisfacción. Yo me encuentro en un momento así: tengo amor y tengo amor para dar. No estoy investigando en el trip-hop. Luego ya veremos».
A veces las canciones te hacen sufrir. Son sentimientos y emociones por los que te ves arrastrado. Pero el mayor sufrimiento de las canciones es que a veces no vienen.
«Es que es verdad. A veces las canciones te hacen sufrir. Todo lo que amas profundamente, todo lo que necesitas, en un momento dado te hace sufrir sencillamente por su carencia. Hay dos posibilidades de sufrimiento. Llega un momento en que la obra te lleva. Son sentimientos y emociones por los que te ves arrastrado. Pero el mayor sufrimiento a la hora de hacer canciones es que a veces no vienen».
Noviembre de 2003. Actuación en el Teatro Lope de Vega (Sevilla).
«En la multinacional Warner era como un bastardo. Me hacían poco caso, pero había medios. Ibas a los sitios y olías la riqueza. Incluso las migajas eran buenas. Con la gente de Fonomusic me sigue uniendo una relación cordial. Van a reeditar uno de mis discos y me llaman para preguntarme. Pero en Warner siempre me transmitieron desconfianza hasta el punto de la pardillez. Así no hay manera».
«En el Teatro Lope de Vega presenté mi primer disco hace muchos años. He actuado en el Maestranza, en el Imperial, en la Plaza Sony de la Expo… Yo tuve un idilio con Sevilla gracias a Luis Baquero, de La Voz del Guadalquivir. El primer sitio donde actué fue el Pabellón de Chile, de la antigua expo. Sevilla y Cádiz son las dos provincias que más he visitado en mi vida».
Vivimos en una sociedad que con menos edad de la que tengo yo ya parece que te están queriendo tirar a la cuneta. A mí me da igual quién se lleva el trozo más grande del pastel.
«El escenario es lo mío. Es lo que a mí me ha dado más de vivir durante estos años. Los discos han sido espaciados, pero las actuaciones eran continuas. Con grupo, sin grupo, yo solo con la guitarra… El escenario es mi territorio. A nivel físico y de voz me encuentro muy bien. Ahora bien, la valoración que aprecio del mundo musical a veces a uno le desconcierta. Vivimos en una sociedad que con menos edad de la que tengo yo ya parece que te están queriendo tirar a la cuneta. A mí me da igual quién es el número 1, quién se lleva el trozo más grande del pastel. Yo lo único que quiero es trabajar, tener mis actuaciones. En otros países, a los artistas con una cierta carrera, que han marcado un estilo, que son capaces de reinventarse a sí mismos, se les da un valor. Aquí la valoración es efectiva: el cantautor es un ser que está ahí mantenido por un público fiel de toda la vida a pesar de la indiferencia de las revistas musicales. Somos un país así de moderno, por un lado, cuando al mismo tiempo somos más carcas y más antiguos que el copón. Somos un país tremendamente contradictorio. Yo me doy cuenta de esa apreciación, el mundillo musical a veces me devuelve. No lo noto en mis compañeros de profesión, los músicos, que me respetan, sino en ese mundillo. Ahora, yo me siento muy bien. Incluso antes de hacer este disco, después de Lunático veneno, estuve bastante decepcionado. No pasaba nada. Y ahora esto ha llegado a un tope, yo mismo me he puesto las pilas y a por todas. Lo que quiero es estar en el escenario, cantando a la gente, y es lo que mejor sé hacer».
Algunas (luminosas) coplas de Hilario
Haz clic en cada canción para ver el vídeo en Youtube.
El agua en sus cabellos, Cuerpo de ola, Tú, Final de viaje, Despistado (Expo 92), Pequeña muerte, Señora de ojos tristes, Ven aquí, María, Volar es para pájaros, Mis pies pisan la roca, Taxi, Noche tras noche, Negra noche, Soledad y silencio, Dolores Dolores, Madrid amanece, Los cuatro luceros, Tristeza de amor, Creo que mejor te digo adiós.
Junio de 2003. Promoción del álbum «No cambies por nada».
«Todas las combinaciones son posibles. Todos los estilos se tocan en algún sitio. Lo que influyen son las personalidades. Jamás me parece algo sorprendente. En definitiva, todos van al mismo lugar. Yo conocí a Joss [el sevillano José Muñiz, artista de vanguardia, compositor de hits rompedores, hoy al frente de una popular cadena de hamburgueserías en Madrid] a través de mi mánager, Jesús Martos. Le comenté que andaba buscando un maquinitas. Le conocí, le pedí que hiciera la prueba con un par de temas y me pareció que la combinación podía ser beneficiosa para los dos. Teniendo en cuenta, claro, que el trabajo entre dos es entre dos. Ni yo le impido trabajar quitándole ideas, ni él me pone a mí en aprietos. Él se encuentra unas canciones hechas con la guitarra y es el material con el que hay que trabajar. Una manera de no cambiar es no respetar los esquemas establecidos. Yo no consulto previamente quién es Joss en Sevilla. Me da igual que venga de Marte o de Saturno».
Por mucho que nos esforcemos, la palabra ‘cantautor’ está a la baja. No da más que para que salga ahí un señor con su guitarra y cante sus historias.
«El concepto de ‘pop de autor’ debería estar integrado en mí hace muchos años. Prácticamente desde el disco A pesar de todo. Canciones como Los cuatro luceros iban en esa línea, porque el pop cuida mucho los sonidos. Nunca he hecho la típica canción larga, larga, larga que hacen los cantautores basándose mucho en el texto. Saco temas de sentimientos sencillos. Lo que pasa es que el concepto ese de pop de autor, bueno, yo creo que ha sido utilizado ya por mucha otra gente y en mí es bastante acertado. Porque la palabra cantautor, por mucho que nos esforzamos, está en un momento a la baja y al pasar los años no da más que para que salga un señor con su guitarra y cante sus historias. Y yo no me siento integrado en esa vertiente. Hay un cantautor que me gusta bastante, Jorge Drexler, que también podría pasar por pop de autor, por la estructura de sus temas. Y sin embargo a lo mejor Ismael Serrano es muy diferente. Llega a tener cosas de Serrat o Silvio Rodríguez. Lo que pasa es que las etiquetas de pronto sirven igual para un roto que para un descosido. Venga, todos cantautores».
Me he separado hace poco, así que quizá vuelvan los tiempos de las canciones de amor desesperado. (…) Prácticamente ya no salgo. Quemé mis naves.
«En cualquier caso, me he separado hace poco, así que no sé si habrá que volver a los viejos tiempos de las canciones de amor desesperado. Seguramente en ese momento te lo dije porque me sentía querido. La ruptura fue posterior a la composición de estas canciones. Pero debo decirte que la separación ha sido muy amistosa. Nosotros somos vecinos, nos seguimos queriendo mucho, nos entendemos y apoyamos hasta a nivel telepático. Pero ella, que tiene diez años menos que yo, eligió vivir sola. Analizar el porqué no me corresponde, porque además me puedo equivocar 27 millones de veces. Si es porque es un poco más joven y quiere vivir un poco más su vida, si es porque realmente vive mejor sola que acompañada… La separación no fue tempestuosa, no se ha reflejado en las canciones. Estoy en un momento de transición. Han sido diez años juntos. La conocí con 44 y ahora voy a cumplir los 54. Es una etapa en la que pasas de ser un solterete madurito con cierto tirón a un señor con el pelo blanco que de alguna manera a muchos sitios a los que va pues ya… Aunque yo sea muy crío, que sigo siéndolo, prácticamente ya no salgo. Quemé mis naves. Por esa relación cambié de casa. Ahora me encuentro en un momento como si me tuviera que reinventar, adquirir nuevas costumbres. Un estado de serenidad, ni muy festivo ni muy triste. Centrado y sereno».
Mi aportación a la música popular española me está empezando a parecer escasa (…). Me salió una canción con ‘fantasía’. Cuántas veces habría escrito ya la palabra fantasía…
«Yo me siento esa persona que trata de trascender de la realidad cotidiana para buscar la fantasía. Creatividad para buscar lo positivo. Transmitir los sentimientos más generosos de las personas. El tratamiento del amor sin rencores, venganzas o amenazas. Pero a mí esa aportación mía a la música popular española me está empezando a parecer escasa. Tengo la impresión de no haber abierto un canal. O quizá llega un momento de mi vida en que esa madurez me está pidiendo una actualización. Por ejemplo, hice una canción titulada Dulcinea. Pero Dulcinea era una modesta mesonera. Yo andaba con términos muy ideales, repitiendo muchas palabras que ya había dicho antes. Fantasía. Cuántas veces habría escrito fantasía…».
Texto: Quico Pérez-Ventana (@perezventana)
Muy emocionante, Quico. Brillante. Gracias.
Gracias a ti siempre por asomarte a este cuaderno. ¿Seguiste la obra de Hilario?
Seria el año mil novecientos setenta y poco (dos, tres… al escondite inglés), el caudillo estaba maltrecho y nosotros llegamos a Madrid desde Chechauen subidos en un tren de los de antes, tan exagerado que nos costó descubrir (el revisor no lo hizo) a un chaval sevillano que viajaba en el lugar destinado a las maletas, encima de nuestras cabezas. Era muletilla y se dirigia a La Coruña a visitar a una novia, o amiga, o ambas cosas. Cuánta vida tenía el chaval. En la capital, estado de sitio. Recorriendo la Castellana nos paraban en cada cruce para pedirnos la documentación (pero agente, les decíamos, ¿acaso no ha visto cómo nos la pedía su compañero del otro lado de la calle? Nada, peludos, catalanes, y en la Castellana… Por la noche de ese mismo día, aseados y restaurados, salimos a recorrer la nuit. Yo estaba asombrado, por más que preguntaba nadie era de Madrid, sino de Asturias, de Galicia, de cualquier lado menos de Madrid. Hasta que encontré a Hilario Camacho. Él sí era de allí. Y se notaba… muchísimo. Se notaba que era de Madrid. Un corazón con gafas de John Lennon.
Gracias por estos recuerdos, gracias por compartirlos con los que, de una u otra forma, le conocimos, aunque fuera por un breve espacio y de noche. Gracias, Quico. Qué magnífico era tu paisano el aprendiz de torero, cuántas ganas de vivir.
«Un corazón con gafas de John Lennon». Sugerente descripción, señor.
Sí, supongo que en aquellos tiempos había que tirarse al ruedo y darle un pase de pecho a quien se terciara.
Gracias, Josep, por pasarte por aquí y dejar esas bonitas palabras.
Como tantos artistas grandes, sus seguidores éramos minoría. Ha formado parte de la banda sonora de mi vida.
Y de la mía, Charo. Y de una inmensa minoría.
Grande Hilario Camacho. Tuve la suerte de verlo en sus buenos tiempos, en Sevilla, y era un cantante distinto. Me dolió mucho su muerte prematura, y de la forma que ocurrió. Un saludo.
El propio Hilario decía en una de estas entrevistas que Sevilla y Cádiz eran las provincias españolas donde más actuaba. Aquí siempre tuvo una hinchada incondicional a pie de escenario. Me quedaría, por el contexto y la trascendencia, con aquella actuación en toda una Plaza Sony de la Expo’92. Se puede ver en el vídeo de «Despistado» que aparece más arriba. Yo hablé con él el día anterior y estaba entusiasmado, aunque reconocía que no veía ningún motivo para celebrar el V Centenario del Descubrimiento de América. Hilario aprovechó la coyuntura para ofrecer un soberbio recital bajo la gran pantalla. Y con unos virtuosos músicos apoyándole. A lo grande. Justo lo que se merecía.
Maravilloso, muchísimas gracias. Qué importante que sigamos recordando a Hilario, y qué injusto que no tuviera mayor reconocimiento. Un músico (porque la palabra cantautor se le quedaba chica) diferente, inquieto y de una calidad y calidez desbordantes.
«Calidad y calidez desbordantes». Bonita reflexión de un discípulo aventajado de Hilario, dicho sea con todo mi respeto y admiración. Busque el lector la música de nuestro interlocutor, el cantautor gaditano Ignacio Lobo, en Goear, versión de «Ven aquí» incluida (http://www.goear.com/listen/a3592d3/para-llegar-a-ti-ignacio-lobo).
Muy agradecido por tus palabras, Ignacio. Buena fortuna, señor.
Me entusiasman las canciones, lo cual es mucho más que decir la música; o la voz cantante -los seguidores de Dylan, o de Sabina, saben a qué me refiero-. Y a Hilario me lo he perdido. Hasta hoy. Lo bueno de los artistas es que nunca mueren, sobreviven en su obra, y espero poder hilar y deshilachar con la de él, igual que vosotros, desde hoy mismo.
Gracias, Quico.
Descúbrelo, Fernando. Especialmente sus cinco primeros discos: «A pesar de todo» (1972), «De paso» (1975), «La estrella del alba» (1977), «La mirada del espejo» (1981) y «Subir subir» (1986). O empieza por el álbum «En concierto» (1997). Ya verás, nos agradecerás eternamente el consejo a mi hermano Beto y a mí.
Hola, Quico. Gracias por compartir esto conmigo. No sé si te envié lo que escribí para todos mis amigos hace ahora un año. Un abrazo.
Hilario en el ipod
Fue Jesús del Estad quien nos descubrió a Hilario Camacho, quien a su vez lo había descubierto a través de sus hermanas, que como eran unas “rojillas” para la época escuchaban estas cosas. Cuando fuimos un poco mayores, y a los de comedor nos dejaban salir del colegio, después de comer nos escapábamos a casa de Jesús. Era la mejor manera de huir del calor infernal del final de mayo. Nos encerrábamos en el salón al modo sevillano de combatir el calor, con las ventanas cerradas y penumbra a la hora de la siesta. Por entonces aprendíamos a tocar la guitarra. En ese salón descubrí a Cat Stevens, a Romero San Juan y por supuesto a Hilario. En un tocadiscos en donde poníamos las canciones una y otra vez. En un tiempo distinto en el que no existían los móviles y en el que no podías hablar nada más que con la persona que tenías delante escuchábamos las canciones del principio hasta el final, solo de guitarra incluido. Luego sacábamos los acordes y las ensayábamos para el fin de semana con el único propósito de enrollarnos con alguna tía.
Ahora con el tiempo estoy convencido de que Hilario era una adelantado a su tiempo. No sé por qué alguien le puso la etiqueta de “cantautor” porque no lo era. Estas grabaciones son completamente pop y con una producción increíblemente moderna para ser la España de los 70. Escucho esto y me imagino tantas cosas que estaban ocurriendo por primera vez en España. Nadie se había atrevido a usar ese tipo de arreglos, con baterías tan contundentes, slap basses, muted guitars y teclados rhodes.
Lo conocí cuando ya tenía más de 50 años y desde el primer momento me pareció frágil y melancólico como pocas personas. Le produje un álbum, por supuesto el peor de su carrera y llegamos a ser bastante amigos. Todavía recordamos con mucho cariño un fin de año que se vino a casa a tomar las uvas porque no tenía realmente nada que hacer esa noche.
Porque Hilario solamente era cantante. Podría perfectamente haber sido uno de los artistas enchufados del felipismo, haber vivido como un rey del rollo de la transición, o haberse forrado tocando en las campañas del SOE o del PC. Pero sencillamente no sabía hacerlo. Su círculo más cercano ha resultado ser el de unos perdedores indestructibles fieles a sus principios: Moncho Alpuente, Manolo Tena, Luis Pastor.
Mi canción favorita es ‘Tus Ojos’. En esa época nadie en su sano juicio o que quisiera ser considerado moderno escribía canciones de amor. Hilario lo hacía. Sin ningún pudor. Canciones muy bellas de verdad.
En un mes de agosto, que ya estaba durando más de la cuenta, se quitó la vida en su casa de la calle Goya hace ahora 7 años. Supongo que sin fuerzas ya para seguir llamando a ese taxi.
Tremenda reflexión, José. Y muy valiosa, dada la relación profesional y personal que mantuviste con él. Mil gracias a ti por compartirla en este cuaderno. Me lo imagino comiendo las uvas en tu casa aquella Nochevieja y preguntándose qué habría hecho mal, por qué no estarían los seres queridos a su lado. Tristezas de amor, supongo.
El álbum «No cambies por nada» que dirigiste en los controles no era el peor. Hay mucho bueno en sus surcos. Quizá las canciones de Hilario habían perdido la chispa. No es fácil mantener la inspiración en la etapa de madurez. Que se lo digan a Serrat o Manolo García, por citar dos ejemplos cercanos cuyas obras recientes ya no me cautivan. Sabina sí parece mantener el pulso.
Te mando un abrazo muy fuerte, José. Aquel concierto de Joss en la Sala San Hermenegildo hizo temblar los cimientos de la Sevilla mariana. Por favor, sigue siempre subiendo al taxi de la música.
Qué magnífico recuerdo, Quico. Imagino que como a Hilario le hubiera gustado, sencillo, desde el sentimiento, ajeno a grandes cabeceras o a sesgadas cabeceras con las que estar o no estar de acuerdo. En la línea.
Mi papel siempre fue de cantaoyente y los echo de menos. No lo puedo remediar. Ellos estarán ahí, no lo dudo, pero fuertes ruidos se empeñan en silenciarlos. ¡Cuántas tardes de discos y bellísimos poemas hechos canción albergamos en nuestros recuerdos! ¡Cuántas canciones tarareadas en cualquier sitio, con o sin desafinados! La música, aquéllas músicas, nos unían de una manera tan sencilla, tan invisible. Y, siempre, Hilario, en el recuerdo.
Gracias por tus bellas palabras, Carmen. La canción de autor forma parte de nuestras vidas. Nosotros quizá desafinábamos. Por eso estábamos en el lado de los cantaoyentes. Y siempre hemos estado ahí. Ajenos a las modas.
Este verano he recordado a Hilario. Aún tengo el nudo en el estómago tras escuchar las cintas con nuestras charlas. Yo vi alguna de sus fragilidades. No las he contado aquí. Quien canta «El agua en sus cabellos» no puede ser más que un héroe.
Gracias, Quico, por reunir estas reflexiones sobre Hilario Camacho. Te puedo corroborar algunos puntos de los aquí tratados, desde mi modesta experiencia:
– Hilario era un cantautor diferente. Hacía pop y no le daba vergüenza, y podía meterse a la profundidad que quisiera en las letras que no sonaba forzado. Yo lo conocí a principios de los 80 y estableció una conexión especial con mi gusto musical, algo parecido a lo que me fue ocurriendo otras veces con Billie Holiday, Gram Parsons, Jonathan Richman…
– Venía mucho a Cádiz. Yo creo que en aquella época lo vi tocar en Jerez como tres o cuatro veces. Le gustaba mucho el directo y se notaba. Recuerdo aquellos conciertos, apoyado en las vallas de la primera fila intentando adivinar qué estaba tocando el guitarra que le acompañaba en “Creo que mejor te digo adiós” y el sonido más crudo que tenían las canciones de “Subir Subir” en directo.
– Yo aprendí a tocar la guitarra también con sus canciones. Por ejemplo con el cambio de Sol a Do de “Cuerpo de ola”, apto para guitarristas semi-mancos como yo. Recuerdo el día glorioso en que mi amigo Juan dio con los famosos acordes de “Creo que mejor te digo adiós” .
Gracias por compartir lo que sabes y has vivido y por llevarnos al pasado envueltos en buena música.
Mil gracias, Maleso. Qué bueno que un instrumentista pop desfogara en la canción de autor. Y en la de Hilario, nada menos. Porque él, además, era buen guitarrista, ¿verdad? Será por eso que contaba Hilario la anécdota del director artístico de Warner, el que fue bajista de Los Elegantes. Parece que su lírica casaba bien con el guitarreo urgente y juvenil. ¿Tan difíciles eran los acordes de «Creo que mejor te digo adiós»?
Aprovecho para felicitarte por esas nuevas ¡¡¡sevillanas!!! sobre la Torre Pelli. Qué arte. Aconsejo al lector de este blog una visita al canal de los vídeos: https://www.youtube.com/watch?v=YllZfGgbKJE
Es emocionante reencontrase con la sensibilidad que tenía Hilario a través de tus palabras, de tu vivencia. Hace que incluso más allá de su música -eterna- lo sigamos sintiendo dentro de este mundo raro. Y así cada vez que suene aquel “Ven aquí” sepamos perfectamente dónde ir.
Gracias, tocayo, por este viaje de emociones.
Gracias a ti, Kico. Espero que tú sí tengas claro siempre que tu sitio está junto a tu guitarra.
https://www.youtube.com/watch?v=frs9CPgtgXg
https://www.youtube.com/watch?v=WCZ7QJh1Y7A
Me he preguntado muchas veces qué habría pasado si Hilario Camacho hubiera tenido el reconocimiento que merecía.
Los que somos sus incondicionales, en cierto modo y egoístamente, queremos mantenerlo oculto como esa solitaria cala en la que no nos gusta la presencia de nadie más, porque ello forma parte de su encanto.
Y muy de vez en cuando, invitamos a quien creemos lo merece a compartirlo.
Pero también, con el mismo convencimiento, queremos justicia para su obra y su persona.
Un saludo para todos los que “secretamente” seguimos disfrutando de su música.
Caíto, el que confía sus secretos a otro hombre se hace esclavo de él. Pero estos menesteres quizá merezcan clamarlos a viva voz.
Gracias por pasar por aquí y dejar esas hermosas palabras.
Pues la verdad es que me da mucha rabia pensar que es posible que si su entorno no le hubiesemos fallado, si hubiésemos estado más pendientes de Hilario, lo tendríamos todavía entre nosotros. Y Hilario se lo merecía. Nos dio todo lo que pudo, que fue mucho, y se merecía una vida más fácil. Su entorno de amistades, de familia, el entorno ciudadano, el cultural… teníamos que haber mitigado, si no evitado, las malas circunstancias. El público de aquellos grandes cantautores de los 70 que dieron la cara les dejamos tirados una vez comenzó esta maldita e inacabable transición. No se merecían aquel increíble vacío. Lo siento mucho, mucho, por Hilario.
Pero un gran y sentido artículo y unos más que interesantes comentarios.
¿A quién no le falla su entorno? ¿Quién no colecciona cicatrices de tantos desengaños? No sé, quizá solo un alma sensible que no resiste el dolor es capaz de hacer algo tan grande.
No creo que le hayas fallado. De hecho, toda su vida fue un acierto.
Te envío un saludo muy cariñoso, amigo Jotaté. Todo mi agradecimiento por tus palabras. Nunca me he sentido tan unido a un desconocido.
Soy francesa y este fin de semana he descubierto todas las canciones de Hilario Camacho. Me han impactado tanto las letras como la música y muchas de estas canciones me las paso en bucle. Acabo de descubrir ahora el personaje y su triste final, que a mi parecer parece un suicidio por amor o desamor con el mundo de la música. Hay que seguir, dar a conocer estas magníficas canciones… Me encanta:-)
Gracias, Florence. ¡Vivan las damas gentiles y con buen gusto de la nation française!
Sensibilidad extrema en sus canciones, en su voz. No me canso de escucharle. Me ha encantado leerte, Quico.
Un placer, Mercedes. Feliz por el hecho de que hayas llegado hasta este cuaderno rascando con la uña sobre la vida y obra de tu artista soñado.
No es un tópico que los grandes no mueren nunca. Hilario sigue vivo mientras le sigamos escuchando y disfrutando, y desde luego mientras fieles amigos le sigáis homenajeando. Él ha dejado una gran estela que, diez años después, sigue visible. Siempre con nosotros, Hilario.
Un saludo, Quico
Yo también lo estoy descubriendo ahora. Ya conocía algunas canciones. “Cuerpo de ola” siempre ha sido una de mis favoritas. Incluso una vez asistí a un concierto suyo, pero llevaba mucho tiempo sin acordarme y además desconocía la mayoría de sus canciones. Solo puedo decir que me estan encantando, me llegan al alma.
Me da muchísima pena pensar que nunca mas podré asistir a uno de sus conciertos.
De vez en cuando me caigo por estos lugares y vuelo a ver de nuevo a Hilario Camacho. Cuantos recuerdos de barrio, Hilario Camacho, saliendo de su casa de Fuencarral, y tambien la presentación de su primer disco en Magallanes. Y de nuevo el triste recuerdo de su fallecimiento.
Gracias por recordar a un genio de la letra y buen músico, que no solo de la letra vive el artista. Para mí el mejor de todos. Todos sus temas son increíbles.
Hola, Hilario, te recuerdo en nuestro barrio de Moncloa Arguelles.
Gracias, Arminio. Espero haber aportado algo de interés. Una visión del poeta madrileño desde Sevilla. Encuentros fugaces, cierta complicidad. Un homenaje. Un recuerdo emocionado.
Gracias por compartir tus entrevistas con Hilario. Lo conocí en su primer disco y me fascinó el sonido limpio de las guitarras eléctricas. Pop de autor, decía él. Imagen, Y de todas las formas, Ven aquí. Escuché cientos de veces sus canciones. Aquel debut fantástico es, a mi juicio, uno de los mejores discos de la música española de ese tiempo. Reconozco que con los años lo fui aparcando. Compré también Estrella del alba pero no me llegó tan adentro. No identificaba al Hilario de Los cuatro luceros con el de Tristeza de amor, que no me gustó nada, lo siento. Su muerte me dejó sin un hermano mayor aunque desgraciadamente estoy acostumbrada porque los he perdido a todos. Descansa en paz, Hilario, por aquí seguimos como siempre a la gresca.
Hola Quico. No tenía el placer de conocer tu blog. La tarde estaba un poco rara y nostálgica, y he puesto a Hilario en spotify. Y esto me ha llevada a buscar alguna entrada en internet; de ahí a tu blog. Me han encantado las entrevistas. Hilario Camacho forma parte de la banda sonora de mi adolescencia. Tengo 54 castañazos y soy de Sevilla. En los 80 con 15 o 16, recuerdo alguna fiestuqui en casa de un amigo que tenía un chalet en una urbanización. Verano, juventud, amistad, sueños e Hilario Camacho. Yo también tenía mi guitarra, y hacía mis pinitos componiendo. Hilario era un referente (lo sigue siendo para mí). Como añoro aquellos veranos. Un abrazo y gracias!