
Miguel, el amigo, es eso mismo, un amigo. Un tipo increíble. Como no hay dos. Lo conocí 25 años atrás, siendo un chaval, cuando ambos veraneábamos en Melicena, aldeíta costera de su preciosa Graná. No intimamos, cosas de la edad. Él contaba seis o siete más. Una década después, nuestro común amigo Curro, también melicenero, por recomendación de su padre, mi maestro Paco López, me volvió a hablar de Miguelín, por entonces honrado ordenanza de la Diputación de Granada. Lo llamé. Quedamos. Lo conocí más a fondo. Y caí a sus pies. Nuestras charlas y vivencias darían para un libro. Aquí una breve reflexión.
Miguel, el pescador, es un hombre apasionado. Felizmente compartimos esa pasión. Pero él solo tiene ojos para el carpfishing. Así es como denominan los manuales pesqueros la técnica selectiva de captura de grandes ciprínidos –carpas y barbos– con anzuelos hair y boilies como cebo. Pescamos juntos en embalses sureños. Combatimos con gigantes de la Andalucía sumergida. Y protagonizó una serie de reportajes con mi firma en las páginas de El Correo de Andalucía. Me confesó que había adquirido cierta fama a raíz de esos textos, y que incluso le animé a escribir. Ahí están sus crónicas en una revista nacional de pesca. De nuestra excursión al Encinarejo (Jaén), en compañía de mi entrañable Currito, recuerdo la gran sinfonía de la berrea andujareña al apagarse las luces. De Peñarroya, con mi hermano Manolo Bohórquez en septiembre de 1999 –foto superior–, las animadas charlas junto a la candela. Lo que habría dado por grabarlas. Miguel reflexionaba sobre su vida, sus aficiones, su novia de entonces, sufrida compañera de un pescador, como todas. Sobre la sofisticación del carpfishing y los alacranes de Orellana. Sobre su coqueteo con el mundo del vídeo (ir a pie de post). Sobre la humanidad. Nos iluminaba más que la lumbre. En el viaje de vuelta, Manolo me comentó algo que no olvidaré: joder, Quico, cada vez que me presentas a alguien a quien quieres yo también termino queriéndolo. Y es que mi amigo, que es un machote, por si alguien lo dudaba, aprecia como nadie lo verdadero. Aquellos días tomé la fotografía que abre mi web de pesca (www.cazaypescaandalucia.com). Miguel devuelve un gran pez a las aguas del lago. Ese es él.
Miguel, el héroe, se siente vivo, pese a que los médicos tratan de curarle un cáncer linfático que le fue diagnosticado hace tres años y que ya le ha alojado por temporadas en el peor sitio donde uno puede hospedarse, la cama de un hospital. Un terrible revés que le llevará este mismo mes de septiembre de nuevo al quirófano para someterse a un trasplante de médula. Pero él es un luchador. Sabía de su afición –también apasionada– a la bicicleta de montaña, así que en enero de 2010 nos acompañó a Curro y a mí en Cenes de la Vega atendiendo mi oficio de fotógrafo de deportes de naturaleza. Meses después, ya blanquecinas las montañas de su tierra, me llamó para contarme una locura. Bendita demencia. Su guerra particular libraría la enésima batalla: pedalear desde Granada a la cumbre del Veleta en una bicicleta sin sillín. Léase sin reclinar las posaderas sobre acomodo alguno. Sin poner el pie en el suelo. Sin descanso. Sin tregua, como su caminar. Entre la ciudad y el pico, 50 kilómetros con 2.657 metros de desnivel. ¿Algún medio de comunicación se interesaría por su historia? Ahí entraba yo.
Así que a fines de julio Miguel cogió la bici, le quitó el sillín y no paró hasta la cima del Veleta. El techo de un mundo enfermo, para entendernos. Donde el aire es puro y el hombre es libre. Le acompañaron un fiel amigo con su cámara de vídeo y nada menos que un equipo del Telediario 1 de TVE, que se explayó para contarle a todo el país la proeza. Y Miguel triunfó.
Estos días nos hemos escrito por correo-e. “Ahora, si quieres, también puedes contarle al mundo que voy a seguir luchando hasta que pueda, porque quiero mantener viva la increíble historia de Jane Tolmison”, dice. Se refiere a una atleta inglesa de triatlón con cáncer terminal. Jane le ha insuflado ganas de vivir. Nosotros, para seguir adelante, tenemos un ejemplo más cercano. El de Miguel Martín Criado, granadino de 47 años que ha coronado otra gran cumbre en su pelea por la vida. Todo mi ánimo, querido amigo. Confío en que los buenos doctores nos permitan volver a escuchar juntos el concierto de los ciervos.
© Quico Pérez-Ventana

Pescando en el embalse de Peñarroya, Ciudad Real. Quico Pérez-Ventana, Miguel Martín Criado y Manuel Bohórquez. Septiembre 1999.
Vídeo ‘Sin sillín al Veleta’
Telediario 1 de TVE. Pasar cursor hasta el minuto 55
Reportajes de Miguel en El Correo de Andalucía
Corto ‘Cuando los sueños se hacen realidad’
Corto ‘El hombre más guapo del mundo’
Vídeo de carpfishing en Jara y Sedal (TVE). Cursor en m. 6
Vídeo ‘Las carpas de Orellana’
Quico, muchas gracias por hablar tan bien de mí, me pones por las nubes. Creo que cualquier persona que lea tus artículos se da cuenta de eso que algunos dicen de que “en esta vida estamos de todos revueltos”. Escribes muy bien.
El pasado viernes, Sole Linares, psicóloga del hospital de día, me dijo que de momento tengo que esperarme a que salgan los que acaban de entrar en la planta de trasplante de médula. A mí me lo van hacer antes de que acabe el año. Los que acaban de entrar están mas graves que yo. En parte ha sido una alegria, porque pensaba que en estos días me iban a ingresar.
Lo dicho, me encanta lo bien que escribes, y lo bien que tienes todo eso de internet, pero me gustaria que supieras que últimamente tengo la visión un poco borrosa y me cuesta un poco leer algunas cosas.
Bueno, amigo Quico, sin nada mas que decirte me despido mandándote un fuerte saludo, y que cuentes conmigo en todo lo que pueda ayudarte.
Gracias, hermano Quico, por tener tan magnífico detalle con nuestro amigo Miguel. Bueno, apenas podría presumir de ser su amigo porque solo he estado una vez con él y fue precisamente con motivo de ese viaje que relatas con tu maestría habitual. Lo suficiente como para saber apreciar a una estupenda persona, a un luchador nato. Conozco su historia, por lo que está pasando, y es todo un ejemplo de lucha en un mundo que, como dices, está enfermo. Gracias a personas como Miguel aún podemos esperar algo bueno de este mundo.
Ánimo, compañero.
Quico, vaya héroe Miguel. Es un bestia. Está hecho de otra pasta. Con esa fuerza de voluntad seguro que podrá con el Veleta que se presenta ahora. Los deportistas soportan y pelean mejor ante la enfermedad.
Subir al Veleta sin sillín es inhumano, y él no para de hablar y sonreir.
Yo cuando entreno en la bici no soporto más de 30-40 pedaladas de pie con carga. Y el Veleta lo subí hace 2 años por la vertiente de las Alpujarras. Inolvidable experiencia.
Todo mi apoyo para Miguel, que seguro que pasa otro puerto de primera categoría.
Mi admiración para Miguel Bueno, como su apellido indica. Como no soy deportista me parece una gesta titánica subir al Veleta de esas maneras. Yo jamás sería capaz de realizar una proeza así. Aún tengo la barbilla desencajada después de ver el vídeo, enterito, de esa subida.
Miguel podrá tener una enfermedad seria, pero es evidente que su cuerpo está pletórico de vida y de fuerza. Me reconforta pensar que todos esos sacrificios y sufrimientos que la práctica del ciclismo exige, le habrán servido como entrenamiento vital para enfrentarse a su enfermedad, con el convencimiento de que ganará el maillot amarillo de su sanación. Este es mi deseo.
¡Ánimo, Miguel!
Besos.
Ojalá hubiera más gente como Miguel en este país. Hace falta fuerza como esa. Un abrazo.
A Miguel:
Querido amigo, espero que estas líneas te hayan animado para continuar tu lucha, que es la lucha de todos. Seguimos juntos en las riberas de la vida.
A Manolo Bohórquez:
Aquel fin de semana no solo sentimos el empuje de las carpas. ¿Recuerdas? Miguel puso todo su empeño para que tú y yo disfrutáramos. Cada vez que sonaba una alarma electrónica de picada insistía en que cobráramos nosotros la captura. En el fondo no queríamos que los peces tuvieran apetito. Lo que queríamos era continuar la charla.
A Alfonso Lara:
Bonita reflexión, dada tu condición de médico y ciclista. La pesca y la bicicleta. Dos metáforas para agarrarse a la vida.
A Carmen Arjona:
Le veremos subir al podio y recibir el trofeo. Con el maillot amarillo, sí.
A Carlos Andreu:
Seguro que podrás citar su ejemplo en alguna de esas encendidas conferencias que impartes por el mundo para motivar a las personas.
Gracias a todos por pasar por esta bitácora y dejar vuestros mensajes de ánimo.
Quico, dile a Manolo Bohórquez, y a todos esos amigos que personalmente no conozco, que muchísimas gracias por todas esas cosas que dicen de mí.
En noviembre del año pasado, paseaba con mi amigo Federico por el bulevar que hay al lado de mi casa. Estaba eufórico, feliz, porque a pesar de la enfermedad, había conseguido subir pedaleando hasta la cota 2550m de Sierra Nevada. Llegué a creerme que la enfermedad había desaparecido. A pesar del frio que pasé pude subir muy rápido hasta la Hoya de la Mora. Unos días mas tarde llegó la Navidad, y los médicos empezaron a confirmarme que lo de la recaida iba en serio. A los pocos días contemplé frente al espejo cómo los ganglios de mi cuello de nuevo empezaban a inflamarse. El pánico se adueñó de mí.
Con muy pocas ganas fui a un emotivo homenaje que quisieron hacerme mis compañeros de empresa. Después me volvieron a poner esos fuertes medicamentos. Mi madre me tuvo que llevar a otro psiquiatra, porque empecé a desquiciarme y no paraba de llorar.
En el mes de mayo, Sole me intentaba animar, porque sabía que en esas condiciones no podian seleccionarme para lo del trasplante. Poco a poco empecé a animarme, y salía a pedalear para intentar quitarme el agobio y el sindrome depresivo. El 9 de julio se celebraba la tradicional subida cicloturista al pico del Veleta. Ese día participaron en la prueba 1.347 ciclistas. No tuve ganas de inscribirme, pero estuve con el coche de fotografo, porque participaban dos grandes amigos de la empresa, Miguel Hernández y Álvaro. Pude acompañarlos hasta la Hoya de la Mora porque los vigilantes del parque no dejaban pasar los coches hasta la cumbre. Mientras esperaba que Miguel y Álvaro descendieran iba viendo como delante de mis ojos pasaba el continuo rosario de ciclistas. Entonces me emocioné, y no olvidaré el momento en el que pude contemplar como subian algunos que padecian minusvalias físicas. Gente sin piernas, que pedaleaban con las manos, y ciclistas con una sola pierna. Dos semanas mas tarde me compré mi bicicleta de montaña, y el 31 de julio le planté de nuevo cara a mi enfermedad.
Quico, ahora me siento muy bien. Si me dices ahora mismo que me vaya para Sevilla para daros un fuerte abrazo, a ti, a Manolo, y a todos esos que personalmente no conozco, nada más que tienes que decírmelo.
Queridos Quico y Miguel: Os pego aquí un enlace a un concurso de relatos cortos que convoca el Instituto Andaluz del Deporte, bajo la condición de temas relacionados con sensaciones, experiencias… en torno al deporte.
Quizás a Miguel le interesaría participar.
http://www.ctcd.junta-andalucia.es/export/sites/ctcd/archivos/deporte/iad/documentacion-publicaciones/Concurso_relatos_cartel.pdf
Un beso gordo.
Gracias, Carmen. Se lo reenvío a Miguel por e-mail, por si no entra en el blog. Desde luego, la suya es una gran historia de connotaciones deportivas. Besotes.